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No sé si veré Antidisturbios, la serie que ahora
cacarea Movistar + a todas horas. Me huele a blanqueo, a oportunismo. Quién
sabe si a componenda con la autoridad competente. Como cuando los americanos entran
en guerra y de pronto sus películas cantan las excelencias del ejército. Ojalá
me equivoque con todo esto, cuando ceda a la tentación. Porque Rodrigo
Sorogoyen me tira mucho...
De vigilar el toque de queda se encarga ahora la policía
normal, pero dentro de nada, cuando la gente se quede sin trabajo, habrá que enviar
a los antidisturbios a poner orden en las manifas, y al gobierno le preocupa
mucho la mala imagen que van a dar con las porras en mano. Me imagino de qué va
la serie: los antidisturbios son, en el fondo, buena gente, tipos normales como
usted y como yo, pero cuando salen a trabajar se ven en el brete de ahostiar o de
ser ahostiados, y no tienen otro remedio. Me imagino que habrá un personaje que
será un bestia, otro que será un tipo decente, y otro que anda ahí ahí, en
tensión emocional, porque se acaba de divorciar y no encuentra otra cama en la
que relajarse. No sé...
Pero yo venía a hablar de El juicio de los 7 de Chicago,
casi se me olvida... Se me ha ido la pinza porque en la película de Aaron
Sorkin -basada en hechos reales- los antidisturbios de Chicago reparten una
buena somanta de hostias entre los manifestantes que iban a la Convención
Demócrata de 1968, a pedir que cesaran los bombardeos en Vietnam. Luego, por supuesto,
los condenados, los que se sometieron a este juicio político y demencial, fueron
los rojos que agredieron a las porras con sus cráneos, y a los gases con sus
lágrimas. Una pura provocación. Terroristas de manual. Pero todo esto es
archisabido. Mola, pero no aprendes nada nuevo. A mí, en la película, lo que me
sigue maravillando es la capacidad de la izquierda para autodestruirse. Para
estar todo el puto día a la greña, consumiendo energías, desviando el objetivo.
Discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Es un espectáculo fascinante. Lo
mismo en la América de Nixon que en la España de la Transición, donde la izquierda,
ay, siempre es transitoria...
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