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En el campo, digan lo que digan, no está la tranquilidad. O sí, pero solo si tienes un casoplón de la hostia y puedes marcas distancias con los vecinos. Como hace esta pareja tan presumida de la película.
Yo también tengo conocidos que sintieron la llamada
de la selva y se fueron al campo seducidos por el agropop y por los paisajes de
la tele. Pero como no alcanzaba el parné se compraron un chalet adosado para
escuchar los pedos del vecino. Y sus gemidos, y sus televisores, y sus broncas
maritales, y hasta sus manejos con los interruptores de la luz. Un espectátulo
gratuito gracias al pladur y al ladrillo desgrasado. La “country experience”, convertida
en una trampa estereofónica.
Yo mismo vivo en el
campo, o casi, y al principio sí que podía presumir de tranquilidad.
Hace veinte años La Pedanía era la Arcadia de los neuróticos como yo. Yo también les
decía a mis (escasas) amistades: tenéis que venir a verla. Mi casa, tan
modesta, y tan de alquiler, pero sin vecinos a los lados, y situada al pie del
monte, en las afueras de la civilización. Por las mañanas sacaba al perrete a
pasear y nos encontrábamos a los corzos casi todos los días. Pero luego asfaltaron
el camino para dar salida a los coches con ansiedad y de pronto el campo se convirtió
en un afluente de la A-6, camino de Galicia. Es verdad que puedes poner ventanas
dobles, pero ya no es el campo. Abres la ventana para ventilar y ya no escuchas
el canto de los pájaros, ni el runrún de la naturaleza. Todo se ha vuelto
motor, claxon, petardeo...
Luego sales al campo
propiamente dicho -tras jugarte la vida para cruzar el río de asfalto- y
tampoco puedes ir distraído por la vida como cantaba Serrat. Parecía el anhelo
más asequible de su manojo de sueños y
ya ves tú, resulta casi un imposible. Cuando no son los cazadores con las
escopetas, son los viticultores con los todoterrenos o los divorciados con las
bicicletas de montaña. O los tontos del pueblo con las motos. En el campo, como en la
ciudad, siempre hay alguien dando por el culo. Ya no hay fronteras. Todo es
azar y barullo.
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