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El conde de Montecristo

🌟🌟🌟


1. No sé si “El conde de Montecristo” es una buena adaptación de la novela. Yo la leí hace casi cuarenta años en un alarde de pre-adolescente repelente y apenas recordaba nada de la historia. Sólo dos cosas: que el conde se vengaba de tres hijos de puta muy notables que lo habían enviado al presidio de If y que allí conocía a otro preso barbudo conocido como el abate Faria: un presbítero que lejos de seducirle para el contacto carnal le convertía en un hombre de provecho y en un millonario como de diputado corrupto del PP.

Además, una película es una película, y un libro, un libro. Es como querer comparar el culo con las témporas. Me da, en todo caso, que aquí hay algo que falla porque la película dura casi tres horas y hay tramas que están mal contadas y otras que avanzan con unas elipsis que te dejan descolocado. 


2. Hace un mes, precisamente, en una comida con los amigos, hablábamos de esos indecentes que al salir de la cárcel tienen asegurado un fortunón escondido en una cuenta de las islas Caimán o en cualquier otro paraíso equivalente. 

Hablábamos -presuntamente, of course- de Luis Bárcenas, al que alguien sacó a colación porque le acababan de conceder la libertad condicional y sabía que a los rojos presentes en la mesa se nos iba a atragantar el pulpo a feira si no bebíamos rápidamente un sorbo de vino blanco. Menudo hijo de puta... El Bárcenas, presuntamente, insisto, y el gracioso, los dos.

La mesa se dividió entre los que pasarían gustosamente por la cárcel si a la salida les esperaban muchos millones y los que jamás querrían vivir una experiencia tan arriesgada y tan poco edificante. Yo, por supuesto, era de los primeros. ¿Unos pocos años en una celda como ésas que disfrutan los ladrones del PP – a todo lujo y non-consensual-sex-in-showers-proof- a cambio de dos vidorras llenas de placeres, la previa y la posterior? ¿Dónde hay que firmar? 

Pero insisto: hablábamos de esas celdas que son como habitaciones de un Parador Nacional, no el agujero infecto donde el pobre Edmundo Dantés -iba a escribir Leonardo, madre mía- masticaba su venganza y afilaba su odio viperino.





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El acontecimiento

🌟🌟🌟


En la sinopsis de “El acontecimiento” pone “Francia, 1963...”. Y eso, hace apenas un año, cuando se rodó la película, era como mencionar los tiempos de la Edad Media o de María Castagné. De las tinieblas del aborto clandestino, en los países civilizados, nos separaban 60 años que ya nos parecían como 60 siglos.

El mismo día que descargué esta película -hará cosa de dos semanas- 1963 era como mencionar el año del Diluvio Universal, o el año de la fundación de Roma. 1963 era el año antiquísimo de nuestras abuelas tardías o de nuestras madres primerizas. Por entonces, las españolas que querían abortar viajaban a Londres, y las mujeres francesas me imagino que lo mismo. Y sin embargo, desde hace solo tres días, por obra y gracia del Espíritu Santo, y de sus macabros sacerdotes en el Tribunal Supremo de EEUU, el aborto clandestino ha pasado de ser una pesadilla olvidada a una mostrenca realidad.

De momento, la transustanciación del terror solo se extiende por las Grandes Praderas de Norteamérica, pero en nuestra querida Europa, en nuestra querida España, ya hay cuervos de mal agüero afilándose el pico sobre las ramas: el facherío que crece en las urnas, y los curas que son la mala hierba que jamás se morirá.

“El acontecimiento” no es cine político, ni social, ni siquiera reivindicativo: es cine de terror. No llega a la categoría de gore porque siempre -o casi siempre- hay una mano que tapa, una cabeza que oculta, un encuadre que deja el mondongo desencuadrado. “El acontecimiento” es el cuento macabro de una chica perdida en el bosque y de una bruja que la acoge en su cabaña para introducirle unos hierros mortales en la vagina.

Decía el otro día Juan José Millás que ahora mismo, en esta España tan problemática, era el mejor momento de la historia para nacer gay, o negro, o diferente. Pero que desde hace tres días, con la tormenta que se avecina, nacer mujer es de pronto una lotería menos afortunada.




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