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1. Mil años nos separan de los Abderramanes de Córdoba y de los teólogos de Constantinopla. Parece mucho tiempo pero en realidad no es nada. En términos evolutivos es apenas un bostezo. Se necesitarán eones para que nos salga un sexto dedo o nos brote un lóbulo en el cerebro. O para que nos salgan menos pelos en las orejas...Mientras tanto, seguiremos siendo lo que somos. El ADN trabaja seguro pero muy lento. Y además es imprevisible: lo mismo nos volveremos más listos que regresaremos a la tontuna. Lo malo es que cuando regresemos ya no habrá árboles para trepar.
La decimosexta temporada de“Futurama" transcurre en el año 3024. Justo mil años por delante. Gracias a los viajes espaciales ya habrá extraterrestres paseándose por la Tierra, algunos muy cenutrios y otros muy civilizados, pero el ser humano seguirá siendo básicamente como ahora, o como en los tiempos de Bizancio: admirable para lo poco y deleznable para lo mucho. Un mono sin pelo y con juguetes sofisticados.
Ésa es la moraleja básica de “Futurama”: que la evolución tecnológica va muy por delante de la evolución antropológica. Y que ni siquiera el contacto con los extraterrestres nos servirá de nada porque nos faltará inteligencia para comprenderlos. El año 3024 será más o menos como ahora, pero ya, por fin, con coches voladores.
2. En el primer episodio de esta temporada se descubre que Bender procede de México y que su apellido es Rodríguez. Yo ya lo sospechaba. Su misantropía es tan parecida a la mía que no puede ser casualidad... Aunque él sea de acero inoxidable y yo de carne pudridera, hay un vínculo secreto que nos une. Un hilo bio-metalúrgico hecho de proteínas y átomos de hierro. Una vez tuve a Bender de avatar en internet porque sentía el hermanamiento.
3. El café -acabáramos- no viene de Turquía, sino de un planeta muy lejano. Es el veneno que utilizan los empresarios de toda la galaxia para tenernos despiertos y productivos. Es una droga universal. No hace falta que los marcianos nos disparen: simplemente van abriendo nuevos Starbucks.