Mostrando entradas con la etiqueta Stephen Rea. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Stephen Rea. Mostrar todas las entradas

Juego de lágrimas

🌟🌟🌟🌟


La hija de una amante que yo tuve -casi siempre es la misma amante cuando hablo de bragas y braguetas- me dijo una vez que yo no me acostaba con mis amigos porque en el fondo era un homofóbico perdido. Un carca lamentable. Me lo dijo a la puta cara, sin cortarse ni un pelo, casi con aire desafiante. “Te veo demasiado viejo para mi madre”, añadió. Aparte de ser una maleducada, estaba tan pasada de rosca como ella. Me lo dijo en la cocina, tomándonos un café, con el mismo tono de evidencia que emplearía para decirme que se había posado una mosca sobre las galletas.

La hijísima sostenía que la compenetración conducía, indefectiblemente, a la penetración, y que el hecho de que luego ésta fuera anal o vaginal era un detalle sin importancia. Lo importante es el amor, subrayaba. Ella vivía en Madrid, en una especie de comuna pansexual como aquella de Charles Manson -o algo parecido- y yo, en cierto modo, envidiaba esa vida loca donde cualquier chispa te conducía a la cama con los gustos sexuales abolidos. Qué suerte, la de ser deseado todo el tiempo y casi por cualquiera, y saber responder cortésmente como un humano evolucionado del siglo XXIV.

Me acordé de aquel insulto cuando en “Juego de lágrimas” se descubre el pitote y Stephen Rea comprende que su amor acaba de ser calcinado por un rayo inesperado. La novia, ay, era él, como en aquel clásico de Cary Grant. Stephen Rea no es homofóbico, pero tampoco es homosexual, y cuando le propone a Dil  que pueden seguir siendo amigos ella lo entiende perfectamente. Las taradas como aquella chica pre-podemita no abundan mucho en el ecosistema. Aunque van criando, van criando, poco a poco...

El ambiguo Jaye Davidson se marcó el papel de su vida en “Juego de lágrimas”. Su carrera fue corta pero nunca le olvidaremos. Stephen Rea también se hizo inmortal gracias a su papel. La parte de confuso sexual es que la borda, el muy jodido, y la otra, la de terrorista irlandés, supongo que la ensayaba en casa con su mujer, Dolours Price, aquella histórica activista del IRA que se convirtió en el mito pelirrojo de todos sus compañeros: bellísima, peligrosa, guerrillera hasta el final.





Leer más...

Michael Collins

🌟🌟🌟


Me pongo a ver “Michael Collins” cuatro días antes de emprender el viaje a Irlanda porque había leído que sale mucho Dublín en las escenas y quería ir cogiéndole el tono al panorama. Para estos menesteres hay centenares de vídeos en Youtube: jóvenes que han ido hace nada y te señalan con mucho rigor pero mucha marcha los lugares fundamentales para visitar. Pero yo, que ya voy para viejo, prefiero ver las cosas en las películas porque así mato dos pájaros de un tiro: el paisaje y la trama, la inmersión y la cinefilia.

Luego, la verdad, no sé si por falta de presupuesto o porque el resto de la ciudad está demasiado remendada, en "Michael Collins" siempre sale la misma calle repetida en las algaradas y luego dos panorámicas del Four Courts cuando lo bombardean desde el otro lado del río. Poca cosa, la verdad. Por no salir, casi no sale ni Irlanda, si quitamos un paseo por la playa y el paisaje rural donde Michael Collins fue asesinado por los que antes eran sus amigos y soldados. La historia de estos años convulsos de Irlanda es toda así: facciones, subfacciones, renegados y arrepentidos... Pistoleros del IRA y del contra-IRA que van vestidos como los Peaky Blinders y se disparan a bocajarro desde los Ford-T a punto de derrapar. El Frente Nacional Irlandés y el Frente Nacionalista de Irlanda... Los Monty Python puede que se inspiraran en sus vecinos para crear su chiste inmortal sobre los izquierdistas de Judea. 

La película no está mal. Aprendes cosas de historia y Liam Neeson -antes de convertirse en el ángel vengador y cansino de las pantallas- borda su papel de revolucionario romántico destinado al sacrificio. Un Che Guevara de la verde Irlanda que no quería extender su revolución por el mundo: sólo emborracharse en el pub de la esquina sin que la bandera británica ondeara en 400 kilómetros a la redonda. El problema de “Michael Collins” es el otro romanticismo: el de los penes y las vaginas. El personaje de Julia Roberts está metido con calzador y estropea mucha parte del metraje.  La culpa no es de Julia, por supuesto, que cuando sonríe ilumina mi cocina americana, sino del guionista, tan torpe y tan pesetero, que quiso jugar con nuestros más bajos instintos.





Leer más...

Still Crazy

🌟🌟

Soy un seguidor habitual del podcast “Tiempo de culto”. Lo escucho por el monte cuando paseo con Eddie entre los viñedos. Si no hay pájaros que canten, prefiero escuchar el programa antes que atender a mis propios pensamientos, ya repetitivos y muy poco fructíferos.

Ellos se llaman a sí mismos “el podcast de los Pollaviejas”, aunque sus responsables, Paco Fox y Ángel Codón, sean algo más jóvenes que yo. Si su polla es vieja, la mía debería ser vetusta, prácticamente inservible, y yo, la verdad, no la veo tan mal cuando llegan los entusiasmos. 

Da igual. Ese no es el tema. “Tiempo de culto” no es un podcast que trate sobre pollas -aunque a veces, porque esto es un corrillo entre hombres, la conversación derive hacia lo sexual o lo escatológico- sino un podcast sobre el cine de nuestras vidas. En Fox y Codón he encontrado el punto medio entre el cinéfilo cultivado y el cinéfilo provincial. Si hay que hablar de cine clásico, pues se habla; y si hay que hablar de majaderías contemporáneas, pues también. Lo mismo reina la inteligencia que el cachondeo. A veces tomo notas mentales y a veces me parto de la risa. Unas veces encienden la pipa del crítico petulante y otras se ponen a jalear la película como aquellos Gremlins que veían “Blancanieves”. Fox y Codón no esconden sus manías, sus contradicciones, sus gustos muy personales y a veces intransferibles. Me emociono cuando encuentro en ellos el respaldo a una pedrada muy personal; me frustro cuando recomiendan una película “de culto” y yo pico en el anzuelo y quedo herido de aburrimiento, con un desgarrón en la mandíbula.

No suele suceder, pero a veces pasa. Hoy, por ejemplo, sigo curándome  la herida con el Betadine y las gasas profilácticas. “Still Crazy” es cine de rockeros para rockeros. Y nada más. No tiene ni gracia ni chicha ni ná. Los Pollaviejas la ponderaban mucho en su programa, pero me da que hace tiempo que no la ven, o que con la banda sonora ya les vale para reivindicarla. Pues vale... Po fale... Esto del cine es United Colors of Benetton y aquí cabemos todos o no cabe ni Dios.





Leer más...

V de Vendetta

🌟🌟🌟🌟


El fascismo no ha muerto. Sólo estaba de parranda. Cuando veíamos a los nostálgicos del III Reich avanzar en todos los países europeos, aquí, en la excepción española, donde todo llega con décadas de retraso, lo mismo la modernidad que la fatalidad, nos preguntábamos: ¿dónde está esa gente? ¿No vota? ¿Se ha extinguido de muerte natural? ¿La modélica Transición pilotada por Campechano I les ha reformado las entrañas? ¿O es que esa gentuza -los racistas, los golpistas, los falangistas de pueblo, los matones, los camisas pardas al servicio de los evasores fiscales, los machistas, los analfabetos de la historia -vota con la nariz tapada a la gaviota que se caga? Y era lo último, sí, como todos nos temíamos.

El franquismo sociológico estaba ahí, agazapado en la calle Génova, en las tertulias de la COPE, en los exabruptos de Federico, esperando su oportunidad. Llevaban cuarenta años esperando al Mesías; y el Mesías, con su barbita bíblica, y su mirada de iluminado, apareció entre los fieles, señaló al demonio de color rojo, y reagrupó a las huestes para proseguir el combate. De momento, a golpe de voto. Luego ya veremos... El Mesías sólo tuvo que disipar los complejos y las mariconadas. "Soy facha, sí, ¿qué pasa?", es la nueva desvergüenza callejera.

El fascismo siempre vuelve. No es un movimiento puntual, sino una marea de la historia. En esto también hay bajamares y pleamares. No lo inventó Mussolini en un rapto de locura: él sólo se subió a la ola. El fascismo es un asunto inscrito en los genes: tiene sus raíces en el miedo instintivo, y en la ausencia de reflexión. Y la mayoría de la gente es así. Lo raro es que no saquen muchos más votos. Que no arrasen. Todavía queda mucho franquismo sociológico por aflorar. La cosa pinta jodida: el virus no se va, la pobreza se extiende, el cabreo se inflama... Crece el orgullo nacional, como si los testículos y los ovarios rojigualdas fueran de una biología especial. Quizá la preferida por Dios. La bandera ondea cada vez en más balcones. Ya nos vamos pareciendo a la América profunda. Sólo nos falta el rifle y la espiga en la boca. Convenía ver “V de Vendetta” para recordar todo esto.




Leer más...

The honourable woman

🌟🌟🌟

The honourable woman cuenta la historia de Nessa Stein, una mujer millonaria, heredera del imperio de su padre, que trabaja sin descanso por la concordia entre israelíes y palestinos. Aunque ella es judía, y su padre participó activamente en las guerras de partición, Nessa sueña con la relación fraternal entre los dos pueblos. Para ello ha tendido una red de telecomunicaciones que une a todos los habitantes del secarral bíblico, para que se envíen whatsapps, y tweets, y mensajes de texto, en hebrero, o en árabe, o en arameo. Y así, tic a tic, y verso a verso, se vaya tejiendo la red que unirá las almas y los espíritus. "Por internet hacia la paz", viene a ser más o menos su lema.


     Nessa, obviamente, es una bobalicona sin remedio, un baronesa del Imperio Británico que se levanta por las mañanas y no tiene muchas cabras que ordeñar. Ela se ducha, desayuna, administra sus cuatro asuntos con los asesores y luego se pone a jugar con los mapas de Palestina, a ver si unimos Gaza con Hebrón, o Cisjordania con Tel-Aviv. Por encima de Nessa, sobrevolando como buitres sus valiosísimas redes de fibra, están el Mossad, Hezbolá, el MI6..., organizaciones que viven de la guerra y de la conspiración, y cuyos responsables no desean la paz que tanto sueña Nessa, porque se quedarían sin trabajo. 

    Y por encima de todos ellos, por supuesto, dirigiendo el cotarro desde las sombras, los americanos y sus agentes. En estas tierras ya no rascan mucho petróleo, pero siguen votando a congresistas y senadores muy temerosos de Yahvé, tipos muy religiosos que viven convencidos de que será allí, en la colina de Megido, donde tendrá lugar el Armagedón, la Lucha Final entre las huestes del Bien y del Mal. Ellos, por supuesto, piensan salir triunfantes a costa de los sarracenos, de los comunistas, de los chinos incluso, como sigan dando por el culo con sus estrategias comerciales.



Leer más...

Blackthorn

🌟🌟🌟

No hay nada más aburrido que un western típico, con su pueblo fotocopiado, su saloon y su whisky, sus putas y su cancán, sus duelos al sol y sus petulancias de macarras al atardecer. El sheriff guapísimo y el malo sin dientes. El bueno que no falla un disparo y el malo que jamás acierta ninguno. El médico borracho y el leguleyo con gafas. Los de la partida de póker y los cuatreros sin afeitar. Los héores que reciben balazos en el hombro y los indios que caen muertos a tres por disparo. Los colonos piadosos en su carromato y los lunáticos vestidos con pieles de oso en las montañas. El Séptimo de Caballería -¿no había otro, el Sexto, o el Segundo?- que siempre llega a tiempo y siempre comparece impoluto. Las bandas de mexicanos que nunca llegan a tiempo y jamás encuentran el momento de lavarse.

            Me pasé la infancia viendo la misma película en la tele, una y otra vez. Y se me ha quedado un trauma. Es ver a un cowboy llegar al pueblo y cambio de canal como reacción instintiva. El western ha producido obras maestras incontestables, algunas de las cuales ocupan un lugar preemimente en mis estanterías: El hombre que mató a Liberty Valance, Sólo ante el peligro, Río Rojo, Sin Perdón, Centauros del desierto, Grupo Salvaje, Jeremiah Johnson... Pero son una de cada diez, o de cada cien. Perlas valiosísimas  desperdigadas en la inmensidad del océano. 

          Aunque los paisajes bolivianos que acogen las andanzas del viejo Butch Cassidy sean bellísimos, Blackthorn, me temo, es una nueva reiteración del asunto. El Oeste era como era, eso lo comprendo, y tampoco van a poner en él ordenadores o legiones romanas para darme a mí el gustazo de lo original. O alienígenas, como en la última parodia del género. Pero el Oeste, eso seguro, ya da muy poco de sí. Es un filón próximo al agotamiento. ¿Para qué, pues, estas revisitaciones, estos remakes, estos homenajes, estos "westerns crepusculares" que ya sólo son el eufemismo de lo visto mil veces? Qué ganas me están dando, jo, de poner al otro Butch Cassidy, mucho más joven, en "Dos hombres y un destino", antes de la balacera.





Leer más...