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En estos tiempos de políticas neoliberales que unos aplican
con sonrisa de psicópatas y otros con gesto de resignados, el Ministerio de
Asuntos Sociales de cualquier país -en The thick of it es el Reino Unido, pero podría ser
perfectamente España, o Moldavia- el Ministerio, decía, es un negociado carente de contenido, inoperante, o
como mucho de corto alcance, que tiene que suavizar los golpes que propinan los
otros ministerios criminales. Asuntos Sociales es una tirita de dispensario que
se pone en la aorta que se desangra. Una cartera sin contenido. Un
botiquín sin instrumental, o con el instrumental que llevaba el botiquín de la
señorita Pepis. Un maquillaje publicitario que dice “la gente nos importa”,
cuando todos sabemos que al neoliberalismo la gente se la sopla, básicamente. Asuntos
Sociales es un juguete sin punta y sin pólvora que los gobiernos psicopáticos siempre
regalan al ministro más tonto del Consejo, y los gobiernos resignados a la buena
persona que jamás va a bajarse de su nube de algodón, beatífica, y medio lela
también.
No es casualidad, por tanto, que las trapisondas imaginadas
por Armando Ianucci y sus guerrilleros transcurran en un Ministerio de Asuntos
Sociales que no tiene gran cosa que decir,
con un ministro al que sólo le preocupa no perder la silla y medrar, y unos
colaboradores que los días pares improvisan una medida y los días
impares justo la contraria, para ir justificando el sueldo y matando el
aburrimiento. Ellos saben que todo da lo mismo.
Podría parecer que Ianucci ridiculiza a los políticos en The
thick ok it. Que los exagera y caricaturiza como hizo poco después en Veep,
su obra maestra del otro lado del charco. Pero no creo que sea así. En la
intimidad de los despachos, donde los gobernantes se toman el café, se aflojan
las corbatas y estiran las piernas en los sofás -o en las mesitas de café, como "Ánsar"- tengo por seguro que la
realidad no es muy diferente de todo esto que cuentan en la serie. Cuando un político mete la gamba
pensando que el micrófono estaba cerrado, nunca es para decir "qué pena me da la
gente, voy a seguir luchando por ella...". Siempre es para soltar cosas como
ésta:
Ministro: A veces, ¿no te
pasa?… cuando te encuentras con la gente de verdad, de la calle… ¿No te pasa
que miras a sus ojos vacíos y sus bocas llenas de vulgaridades…? Ya sé que la
gente como ellos piensa que la gente como yo piensa así, y por eso odio
pensarlo, pero es que, joder, parece que son de otra especie. Con sus camisetas,
y pantalones, y viseras… ¿Por qué llevan camisetas con cosas escritas? ¿Y por
qué están tan gordos, joder?
Asesor: Ya te digo… Y
tan imbéciles.
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