Heat
Tombstone
🌟🌟
El otro día, en el podcast, Fox y Codón afirmaron que “Tombstone” era un western injustamente olvidado. Una película maldita que había que reivindicar a toda costa. “Cojonuda”, dijeron... Con lo otro parafraseo, pero lo de “cojonuda” no se me ha olvidado. Aun así, yo les hice caso omiso porque no hay nada más aburrido que un western de tiroteos en OK Corral. Forasteros, forajidos, forúnculos sociales... Duelos al amanecer y tal. Tiros por la espalda cuando los borrachos salen del saloon... Un puro bostezo.
Días después, en el otro podcast que comparten, y como si se tratara de una campaña orquestada, dijeron exactamente lo mismo: que “Tombstone” era la hostia, la pera limonera, el western peor tratado por la crítica en los últimos tiempos... Parafraseo también, pero por ahí iban los tiros. Los del Colt, claro. "Y ándele, cuate, que aquí en México no rige el pinche estado ni aparece la policía". Y en el poblado de Tombstone tres cuartos de lo mismo... La película es un puro disparate.
Fue ahí, en la segunda recomendación, cuando yo dudé o me hicieron dudar. Porque ése es uno de los putos flacos de mi cinefilia: mi repelús por el western. Más allá de una decena de clásicos del género -que, curiosamente, no siguen las reglas del género- a mí me parece que el western es una cosa para merluzos, con maniqueísmos tontos y desenlaces archisabidos. El género preferido de los fachas, no te digo más. Las joyas de la programación en 13 TV. Un espectáculo apropiado para la simpleza de las mentes más arcaicas y violentas. "Como hoy no puedo salir a pegar tiros a los conejos o a los rojos, pues mira, lo sublimo disparando sobre los hermanos Dalton, que además siempre van desaseados, sin afeitar, como los perroflautas esos de la izquierda".
Por culpa de Fox y Codón me perdí en "Tombstone", me arrepentí, salí a tiempo, me fustigué con el látigo, me cargué de razones y vine aquí a dejar constancia de mi debilidad y de mi fortaleza.
Top Gun: Maverick
🌟🌟🌟
No pasan los años por Pete Mitchel, el Maverick. Ahí sigue flipando con sus Rayban, con su chupa, con su pelo inmaculado.
Con sus andares de chulopiscinas. Es verdad que en el plano corto se le adivina
alguna arruga, alguna tirantez en la piel, pero Maverick va demasiado rápido
por la vida para que te fijes en esas cosas. Sigue siendo el más intrépido con
la moto y el más escurridizo con el caza de combate. Y el que más liga, de lejos, en la
cantina militar. Cuando era un niñato se tiraba a todas las niñatas de
California, pero ahora, con la edad, ha ampliado su espectro a las divorciadas
de buen ver. Hasta Jennifer Connelly,
que ya es decir, se pirra por sus huesos de australopiteco. Lo digo sin ofender: ya en
la primera película, cuando combatía al comunismo internacional, Maverick era
un retaco como nuestros antepasados de la sabana; así que ahora, para su
suerte, no se le nota tanto el encorvamiento de la edad.
Desde 1986 han pasado varios
Mavericks por mi vida y ninguno ha dejado gran huella que se diga. Había un
tolai en nuestro instituto al que apodábamos “Maverick” porque se parecía mucho
a Tom Cruise Tenía la misma sonrisa ahostiable y la misma prepotencia innata. Ya no recuerdo
su nombre verdadero, que sería Javier, o Manolo, como todo hijo de vecino. Cada
día aparecía por las inmediaciones con una novia diferente y le envidiábamos a
dolor, casi sanguinariamente. Luego vino el Maverick de Mel Gibson, que era el
truhan de las cartas, y Maverick Viñales, que hacía room-room con la moto, y
los Dallas Mavericks, que entonces tenían a Dirk Nowitzki y ahora tienen a "Locura" Doncic. Ellos son los únicos Mavericks que me han conmovido en el sofá...
“Top Gun: Maverick” no me
ha conmovido ni la punta del pijo. Ni siquiera cuando sale Val Kilmer arrancándose las palabras. La película es otra oda a estos sicarios de los neocons. El
espectáculo aéreo es la hostia, no digo que no, pero jamás pierdo de vista el trasfondo
del asunto. Estos aviadores molones llevan varias décadas bombardeando dictaduras
espeluznantes, pero también democracias que molestan, sueños de emancipación
y proyectos de bienestar.
Top Secret
🌟🌟🌟
En el disco duro del ordenador guardo varias películas de
Fritz Lang -etapa norteamericana- que no me apetece nada ver, y también unas cuantas pelis de Kurosawa -Rashomon, Kagemusha, todas esas que
llevan la “sh” intercalada-, que me apetecen bastante más, pero que son tan
largas como las katanas de sus samuráis, o como un día sin arroz, y que justo
ahora, paradójicamente, que ando de vacaciones, es cuando peor me encajan en
los horarios.
Bajé todo esto hará cosa de un mes, y, conociéndome, pasarán
muchos meses hasta que las carpetas queden vacías. Allá por Navidad, con suerte.
El lector atento o la lectora atenta dirá: si no las quiere ver, o le producen
una pereza mediterránea, ¿para qué narices se las baja? Pues porque -querido
lector, y querida lectora- sigo empeñado en sacarme el título de cinéfilo
contra viento y marea, y en la universidad presencial, y en la universidad a
distancia, ya agoté todas las convocatorias. Allí no se puede llegar a los
exámenes y soltar que Dreyer es un peñazo, o que bostezas con Cassavetes, o que
sólo en Vértigo encuentra uno el solaz y las cosquillas con don Alfredo.
Te suspenden, claro, y te hacen volver en septiembre, y no sé cómo, quizá porque
llevan más de un siglo dando la matraca con el cine de postín, te cazan las mentiras si escribes que
el cine de Bergman está de rabiosa actualidad, o que Alain Resnais es el gran e
injusto olvidado de nuestros días.
También bajé, en aquel mismo arrebato pseudocinéfilo, Top Secret, que es una majadería de la factoría Zucker/Abrahams, con sus chorradas para adolescentes y gentes con un índice pensante inferior a 2 dedos. Fue como ir al supermercado y comprar verdura, pescado blanco y luego, de postre, para joderlo todo, un tazón de profiteroles. El pecado original. El suspenso inmediato en la facultad. Top Secret la tenía por ahí suelta, como una cabra sin apriscar, y hoy la he sacrificado en honor a los dioses, mientras les pedía un aprobado en la Escuela Nocturna de Cinefilia, que es donde ahora me peleo con los profesores.
Life's too short
La vida es, en efecto, demasiado corta, sí hablamos de años y de expectativas que cumplir. Pero podría serlo aún más, escasa en centímetros, si hubiéramos nacido con la enfermedad de Warwick Davis, el enano más famoso del mundo actoral hasta que Peter Dinklage encarnara al hijo decente de Tywin Lannister en Juego de Tronos.