Mostrando entradas con la etiqueta Tom Sizemore. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tom Sizemore. Mostrar todas las entradas

Heat

🌟🌟🌟🌟

Tengo la sensación de que ya no se perpetran atracos como los de antes. Ninguno, desde luego, como éste de “Heat”. Ni tampoco como aquellos que perpetraban Makinavaja y Popeye en las páginas de “El Jueves”, pura artesanía de viejos chorizos. 

Necesitaría, de todos modos, un dato estadístico para confirmar mis sospechas, porque cuando leo la prensa casi nunca me detengo en las páginas de sucesos, a no ser que hayan pillado a un futbolista con alguna señorita involuntaria. Estas conductas, además de ser un asco censurable y a veces delictivo, son cruciales para el devenir de la liga de fútbol. Y es justamente eso, la liga de fútbol, y las majaderías de Isabel Natividad, lo que más me preocupa cada mañana cuando sostengo el móvil y desayuno. 

En el siglo XXI, los atracadores como Robert de Niro ya no salen de los barrios chungos, sino de las universidades donde se enseñan los trucos económicos. Ya no hace falta presentarse en la sucursal con una máscara y una lupara: basta con teclear maldades numéricas en un ordenador. Treinta años después de “Heat” sólo los muy adictos a la testosterona arriesgan el tipo para que su cuenta bancaria luzca muchos ceros y seduzca a mujeres muy sofisticadas. 

Digo esto porque en “Heat" hay muchas mujeres bellísimas que beben los vientos por sus golfos apandadores. Mientras caiga la pasta y el tío vista bien no les importa el origen del monetario. En eso son igualitas a Carmela Soprano, que es la madre superiora de la orden. Yo mismo, en otra escala social, tuve una novia que era un poco así: admiradora del Che pero siempre arrimada a “ingenieros financieros” que le sufragaban noches en hotelazos y botellas de vino de 100 napos para arriba. Los amaba hasta que empezaban a administrase, claro. Yo fui la excepción extraña y cutre de su vida...

En la famosa escena de la cafetería, Al Pacino y Robert de Niro no pierden mucho tiempo hablando de sus oficios contrapuestos y venerables. El rato de conversación se les va en hablar de sus mujeres: de cuánto les aman, de cuánto les exigen, de qué poco les comprenden en realidad. Es la triste confesión de dos cajeros automáticos condenados a matarse al final de la película, pero que durante diez minutos de tregua se reconocen cofrades de la misma fatalidad.



Leer más...

Días extraños

🌟🌟🌟🌟


Mientras Lenny Nero se pone más guapo todavía para salir en Nochevieja, en el telediario de Los Ángeles, esa misma tarde del 31 de diciembre de 1999, se anuncian las predicciones de los astrólogos para el próximo siglo: el coronel Gadaffi recibirá el premio Nobel de la Paz, Turquía indemnizará a Armenia por el genocidio secular y en el 2025 habría una segunda mujer presidenta en la Casa Blanca. 

Y sí, todo esto podría haber sido, pero no fue. Cosas más raras hemos visto. En la nómina del premio Nobel hay gente tan oscura y tan asesina como el coronel Gadaffi, pero éste, al final, fue lapidado y ajusticiado por una turba de libios cabreados. Lo de Turquía era una predicción arriesgada de narices -un 97/1 en las casas de apuestas- y lo de la mujer presidenta de Estados Unidos pues ya ves: no serán dos mujeres, sino dos Donald Trump, los que hayan gobernado el hemisferio occidental cuando llegue el año 2025.

La otra cosa que se anunciaba en “Días extraños” como muy futurible era el tema candente de la realidad virtual. (En la película, como está rodada en 1995, no se decía ni mu sobre la posible implosión de los ordenadores cuando sus relojes internos alcanzaran el año 2000. Esa noche, para empezar, ni siquiera comenzó el siglo XXI, por mucho que nos ametrallara la publicidad). Pero han pasado casi treinta años y esto de la realidad virtual sigue caminando con los pañales puestos. Da, como mucho, para seguir produciendo episodios de "Black Mirror" como churros.

Yo también fui de los que soñé una vez con encasquetarme los cables, darle al play del reproductor y sentir -no ver, sentir- lo mismo que experimenta un paracaidista cuando cae, un futbolista cuando marca, un fucker cuando acaricia el cuerpo pluscuamperfecto. Cumplir aquel sueño de Woody Allen de reencarnarse en las yemas de los dedos de Warren Beaty...  Pero de toda aquella tecnología que vendía Lenny Nero en las discotecas sólo nos ha quedado el metauniverso llamado Meta de Mark Zuckerberg, que todavía no sabemos ni lo que es, ni para qué sirve.




Leer más...

Salvar al soldado Ryan

🌟🌟🌟🌟🌟


La gran suerte de mi generación es no haber tenido que desembarcar nunca en Normandía, o en Alhucemas, a seguir la Reconquista. Por muy mal que vayan las cosas -la crisis económica, el coronavirus, el desamor, la Ayuso o la falta de gol de Vinicius- creo que al menos ya me he librado de la guerra. A punto de cumplir cincuenta años, y con el poco running que practico, no creo que me reclutasen para subir a una barcaza de desembarco a primera hora de la mañana, cargado con el fusil y con el petate, y jugarme el pellejo ante una ametralladora marroquí por defender los intereses de la burguesía: un caladero de pesca, o un yacimiento de fosfatos. O el orgullo patrimonial de un Borbón desalmado. Ahora la burguesía -eso hay que agradecérselo- solventa sus ambiciones engañando a los electores. Las revoluciones proletarias, que los acojonaban, hace tiempo que quedaron desactivadas.

En caso de guerra me destinarían a la retaguardia, a hacer no sé qué, la verdad, porque fuera de mi oficio soy como un pez fuera del agua. Pero me libraría sin duda de la escabechina del frente: de la toma de la playa, de la conquista del pueblo, del asalto al nido de ametralladoras.... Es terrible ver Salvar al soldado Ryan y pensar que si uno hubiera nacido en Iowa hace un siglo, estaría ahí, con el capitán Miller, pensando que voy a morir al siguiente segundo, o al siguiente, paralizado por el terror, cagado en los pantalones, llorando como un niño... No es poco esto que digo. Damos por descontada esta vida no-beligerante que llevamos, alejada de cualquier hazaña bélica que no sea la isla de Perejil -que ni como broma tuvo puta la gracia. A pesar de todo lo que nos quejamos, disfrutamos una vida feliz que sólo conoce la guerra por las películas, o por la televisión. Pero hace sólo dos generaciones, la guerra era lo habitual, y todos los jóvenes se curtían peleando en una trinchera. Era su ritual de entrada en la adultez, como ahora lo es apuntarse a la lista del paro. O se curtían, o caían muertos en la batalla. Una de dos. Así salieron, los supervivientes, hechos de piedra, resistentes a la helada y a la canícula, impertérritos ante la majadería.

He hablado de mí, pero no de la generación de mi hijo. Él ahora tiene 21 años. Tiene la edad de estos pipiolos que desembarcaron en Omaha, o cayeron en paracaídas con la 101 Aerotransportada. En la tele, hay un fascista con barba de chivo que todos los días habla de la bandera, de la patria, del orgullo de ser de aquí y no del otro lado del mar. En sus ojos de lunático veo el sueño renovado de hazañas imperiales. Me da miedo de verdad.



Leer más...