El hombre de Alcatraz

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“Una vida entera leyendo habr铆a colmado todos mis deseos”.

    En el trasiego de sus viajes laborales, o de sus ocios vacacionales, el protagonista de Ampliaci贸n del campo de batalla echaba de menos una vida entregada a la lectura, lejos del ruido y de las gentes. Yo estoy con 茅l, a ratos, a rachas, en los momentos m谩s bajos del esp铆ritu. ¿Pero qui茅n tiene tiempo, hoy en d铆a, para leer? Y cuando digo leer, digo leer de verdad, profundizar en las tramas y en los conocimientos. Ahondar, abismarse, sumergirse, y no esto que hacemos la mayor铆a de nosotros cuando se acerca la noche, que es pasear los ojos entre las l铆neas, un breve rato, pensativos de otras cosas, hasta que el cansancio nos rinde, y el sue帽o nos releva. Leer se ha convertido en un ocio de lujo, como jugar al golf o navegar en el yate.

   Se nos va la vida en trabajar, en acarrear ni帽os, en buscar aparcamientos. Hay que cocinar, que comer, que fregar los platos. Hacer colas, rellenar papeles, clasificar la basura. Soportar a mucha gente que preferir铆amos no ver o ver m谩s espaciadamente. Apenas queda tiempo para leer. S贸lo los barones en sus castillos, o las duquesas en sus palacios, tienen tiempo para eso. O los presos, s铆, en sus horas de celda, o de biblioteca, apartados del mundanal ruido por imperativo de la ley. S贸lo ellos, en su desgracia, gozan del privilegio de la despreocupaci贸n. 

    Superada la depresi贸n de los primeros meses, en los que quiz谩 s贸lo fijaban la mirada en los barrotes, o en los desconchones de la pared, deciden transformar las horas muertas en horas vivas, productivas. Lectoras. Los hay que se sacan carreras, que retoman vocaciones, que se zambullen en las obras completas de Agatha Christie. Los hay, tambi茅n, como Robert Sproud, el birdman de Alcatraz, que se convierten en ornit贸logos reconocidos en el mundo entero. Para cuidar al pobre gorri贸n que se cay贸 del 谩rbol, Sproud consult贸 libros, ampli贸 conocimientos, se convirti贸 poco a poco en un experto en la materia. Se zambull贸 en la investigaci贸n y en la lectura. Mont贸 su pajarer铆a, su cl铆nica veterinaria, su centro de peregrinaci贸n, todo ello sin salir de la celda. Escribi贸 sus libros. Encontr贸 el camino. No le envidio la suerte -54 a帽os en una celda de aislamiento- pero en alg煤n momento de la pel铆cula pienso que Robert Sproud encontr贸 al menos un placer que aqu铆 fuera ya no se consigue. El  tiempo infinito, di谩fano, imperturbado, de la lectura.




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