🌟🌟🌟
La película está bien. Demasiado espectáculo, quizá, para tan
poco guion. Pero es que es cine majestuoso, de pantalla grande, para
espectadores de otra época. Justo lo contrario de lo que se hace ahora, cine enrevesado
de paisajes muy modestos para que quepan en las pantallas de nuestro salón.
Ojalá pudiera haber visto El viento y el león de pequeño,
en el cine Pasaje, con esos paisajes abrumadores que al final eran todos de
aquí -Almería por el Rif, y la Sierra de Madrid por el Parque de Yellowstone- y
esas batallas a campo abierto que de niño, mucho antes de la objeción de
conciencia, y del antibelicismo de la Internacional Socialista, me dejaban
turulato. Pero John Milius, ay, rodó su película demasiado pronto, o yo nací
demasiado tarde, y no pudo darse la coincidencia. En El viento y el león
sale Sean Connery desatado, y Candice Bergen como una flor, y no me arrepiento
de haber asomado el morro por curiosidad cuando recomendaban la película en los
panegíricos de hace un mes. La de Connery que me faltaba, realmente.
Habría estado bien, de todos modos, que John Milius hubiera rodado
una segunda parte de las andanzas del sultán Raisuli ya entrado en años. Una en la que tuviera que enfrentarse al nuevo ejército colonial que desembarcaba en sus costas del Rif. Ya no el americano,
ni el alemán, como en la primera entrega, tan organizados y tan primorosos, sino
el español, el desharrapado, el reclutado a punta de amenaza en las levas de la Península. ¡El
desembarco de la bahía de Alhucemas!, que estudiábamos en clase de Historia
antes de la LOGSE, comandado por el general
Primo de Rivera, y subcomandado por los generales Franco y Sanjurjo, que se apuntaron
a la excursión para probar nuevos métodos de masacrar cabilas antes de
emprender la guerra contra el comunismo. Qué película se perdió ahí... El
viento y el león 2: Raisuli contra Franco. Sean Connery retando a
duelo a Juan Echanove, o a Santi Prego, ese actor que clavaba al asesino en la última de Amenábar. El vozarrón contra la voz aflautada. La
nobleza contra la psicopatía. 007, contra Miniyó.
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