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El sueño de Robin es el mismo que tenía Sean Thornton en El
hombre tranquilo: regresar a su tierra después de haber dado ya todos los
tumbos. Renunciar para siempre a las peleas y a los guantazos. No volver a
matar de pensamiento, palabra, obra u omisión. Olvidar la vanidad, aparcar la
gloria, quemar la codicia. Levantar la choza, cultivar la huerta y respirar el
aire verde de cada mañana. Llegar noblemente cansado al final de la jornada.
Compadrear con los amigos en la taberna. Sentirse, por primera vez en muchos
años, libres y sonrientes. Y hacer todo esto en compañía de la mujer amada:
Robin con su querida Marian, y Thornton con su pastora pelirroja. Follar mucho,
y reírse aún más. Sostenerse con fuerza y aguantarse con humor. No tener que
explicar ya nada, ni que reprochar gran cosa. Quizá ni hablar: sólo entenderse
con las miradas. Ése es el amor en los tiempos del reposo. Quizá el único
verdadero.
Quizá por eso me gusta tanto Robin y Marian. Porque se
parece mucho a El hombre tranquilo. También porque contiene la declaración
de amor más hermosa de la historia del cine, claro, y porque trabajan en ella
Sean Connery y Audrey Hepburn, que iluminan la pantalla. Y porque la Edad Media,
en esta película, aparece como falta de medios, como poco lustrosa y sanguinaria,
que es lo que uno siempre pensó de aquellos tiempos, y no esa mierda folclórica
que nos llevan vendiendo desde que se inventó el cine: la vajilla reluciente, y
los castillos impolutos, y la gente recién salida de la ducha...
Robin y Marian podría ser algo así como “un romance
crepuscular”, y yo estoy ahora muy en el ajo de los romances crepusculares. Es
lo que toca, cuando uno lleva casi medio siglo dando tumbos por el mundo.
Tumbos modestos, de andar por las pedanías, nada de la gloria en las Cruzadas,
ni de colegueos con los reyes, pero tumbos. Yo también tengo ese sueño de Sean
Thornton y de Robin de los Bosques. Pero tengo que empezar por el principio. Buscar
mi patria. Mi último lugar en el mundo. La Pedanía es una buena candidata. Mi
Innisfree, o mi bosque de Sherwood.
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