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Yakarta

🌟🌟🌟🌟


El único entrenador que yo tuve no se parece en nada al personaje de Javier Cámara en “Yakarta”. Son como la tesis y la antítesis en la dialéctica de Hegel. El doctor Jekyll y el señor Hyde de los pabellones deportivos. La serie de mi adolescencia se podría haber titulado “Oviedo” porque era allí donde se jugaban las fases finales de nuestros campeonatos de baloncesto. Y Oviedo no se hunde en el mar, sino que se eleva sobre el valle. 

El hermano Pedro dirigía la selección escolar y era un auténtico hijo de puta. Que le apodáramos “HP” tenía poco que ver con lo de hermano Pedro o con la fotocopiadora Hewlett-Packard de conserjería. El hermano Pedro no te animaba a mejorar. No confiaba en ti. No te enseñaba cosas útiles para derrotar al enemigo. Es verdad que no te robaba el dinero para jugárselo en el bingo ni se ponía a llorar por las esquinas recordando que una vez abusaron de su inocencia. Cuando le conocimos, HP ya era un carcamal destrempado y no creo que le interesaran demasiado nuestros cuerpos. Él era un devorador de almas y vivía de la energía que nos succionaba. Un vampiro de nuestro amor por el baloncesto. De nuestra fascinación adolescente por la NBA de los imperialistas.

Ninguno de nosotros iba a jugar jamás en la NBA, pero jolín: te lo tomabas en serio. Querías plantarte en Oviedo para derrotar a los prisioneros de los otros campos de concentración. Querías aprender movimientos de ataque y conceptos defensivos para luego jugar las pachangas con los amigos y dejarles en ridículo ante las chavalas que miraban, y que admiraban. Pero el hermano Pedro se dedicaba a pitar los partidillos y a reírse de ti con fina ironía si fallabas una canasta tonta o cometías una falta innecesaria. 

- El señor Rodríguez parece que está deseando irse con la chusma, a jugar al fútbol...

Porque el hermano Pedro también era un clasista y un franquista declarado. En la vida civil nos daba clase de literatura y allí aprovechaba para cargar contra el peligro socialista y el advenimiento de los maricones. De Javier Cámara, en la serie, si hablamos de lo sociopolítico, solo podemos decir que parece un poco meapilas y nada más. 




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Los destellos

🌟🌟🌟🌟


La trama de "Los destellos" gira en torno al personaje de Patricia López Arnaiz, esa mujer que vivía desentendida de su exmarido y que de pronto, por el prurito moral, y porque a veces los hijos son más maduros que sus padres, se ve obligada a cuidarle en sus últimos meses de vida. “Los destellos” es una película que habla de las responsabilidades que adquirimos cuando decimos seriamente “te quiero”, o “te amo”, aunque ya hayan pasado tantos años, y tantos amantes por el medio, que nos creíamos libres de cualquier obligación.

Yo tendría que hablar de ella, de Patricia, de su personaje, de su tránsito moral por la película. De su belleza, incluso, aunque solo fuera una línea, para dejar constancia de mi arrobo. Pero es difícil, en mi caso, no quedarme clavado en ese hombre al que interpreta Antonio de la Torre: un cincuentón solitario, con perrete, con las estanterías llenas de libros, con un trabajo poco exigente que le deja tiempo libre para leer, para releer, para atreverse con escrituras que nadie le va a publicar a no ser poniendo dinero de su propio bolsillo. Un hombre que invierte muy poco en decoración y sí mucho en estanterías. Un "dejao" que ya tiene más ovejas blancas que negras pastando entre su barba, y que también es, sospechamos, menos para su hija, como yo para mi hijo, un poco oveja negra de su rebaño. 

De momento, gracias a los dioses, yo todavía no he caído enfermo de nada grave que requiera cuidados cercanos y constantes. Todo el mundo juega un número en la lotería del infortunio, pero a estas edades que antiguos romanos encabezaban con una L la desgracia cotiza al alza y puede sobrevenir en cualquier momento: ahora mismo, incluso, mientras escribo, o cualquier día de estos, escuchando al médico que hay una cifra preocupante en el análisis rutinario. 

¿Quién me cuidaría entonces? Conozco la respuesta y me da mucho miedo. Y aún diría más, como apostillarían Hernández y Fernández: ¿a quién tendría que cuidar yo si la desgracia desviara el tiro hacia otra diana? Más miedo me da todavía. “Los destellos” es una gran película que ha venido a joderme el día y la marrana. Es lo que tienen las grandes historias apegadas a la vida. 




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