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De niño, en el parvulario, porque los curas renegaban
de la democracia y hacían lo que les daba la gana en sus recintos, los retratos
de Franco y José Antonio presidían nuestros primeros esfuerzos escolares.
Nosotros no sabíamos quiénes eran, o muy lejanamente, y nos daba un poco igual
mientras reseguíamos las letras en la cartilla de Palau.
Cuando los rojos que gobernaban en Madrid les
obligaron a retirarlas, los hermanos Maristas, cagándose en Cristo, las
sustituyeron por un retrato del beato Marcelino Champagnat -que ahora ya es
santo- y otro de la Virgen María que inspiraba sus oraciones. Ahí ya no éramos
tiernos, pero sí algo creyentes, porque nos habían inculcado el terror de los
infiernos y asumíamos la imaginería católica sin mayores traumas ni rebeldías.
Hágase tu voluntad.
Al entrar en la Universidad descubrimos que ahora sólo
había un retrato encima de las pizarras, pero con dos reyes, rey y reina,
encerrados en su interior. Ahí ya teníamos conciencia política y nos jodía
cantidad la parejita, pero nadie, que yo sepa, elevó jamás una protesta al
rectorado. Quizá era obligatorio que estuvieran ahí, no sé, recordándonos sus
estatus.
Ahora, de profe, en la paz de mi aula, en una esquina
casi escondida para las miradas, tengo dos retratos muy pequeñitos de Azcona y de Berlanga. Es mi manera de exorcizar tanto retrato escolar del facherío. La foto
de Azcona la tengo a la izquierda según miras porque ése es para mí el lugar de
privilegio. Berlanga sin Azcona no era nadie, pero Azcona sin Berlanga seguía
dando lo mejor de sí mismo. Azcona fue un genio, un referente, un influencer de
Logroño. De mayor me gustaría ser como él fue.
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“A mí, las experiencias, sólo me han servido para una
cosa: cuando me ha sucedido algo que me había sucedido antes, la experiencia me
ha servido para acordarme de que ya me había sucedido, pero para nada más”.
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“No me río “de”, me río “con”, porque enseguida
descubro que si me río de algo que le está pasando a alguien, eso mismo me está
pasando a mí y soy tan imbécil que no me doy cuenta”.
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- ¿Tomas notas, a veces?
- No, porque sostengo que lo que se te olvida es
porque no te importa.
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