🌟🌟
Acabo de leer -porque me
aburría, y porque esto iba para largo- que “Separación” ni siquiera termina al
terminar. Que deja los enigmas colgando para que te apuntes a una segunda
temporada ya contratada. Pues mira: que les den. A los “dentris” y a los “fueris”.
A todos. Ya basta de tomaduras de pelo. Y de tomaduras de tiempo. El tiempo es
el bien más valioso que tenemos, y estos tipos de la tele nos lo succionan con
unas maquinarias silenciosas y ultrasecretas. ¿Qué harán, luego, en el mercado
negro, con el tiempo que nos roban? ¿Se lo venderán a los ricachones a cien mil
euros la hora? ¿A doscientos mil? Da igual, ellos pueden pagarlo. ¿Será por eso
que los ricos cada vez viven más y los pobres cada vez menos? ¿Y si la
esperanza de vida no cayera solo por el desmantelamiento del Estado del
Bienestar -que también- sino porque además nos roban el tiempo en las
plataformas como nos roban el dinero en los bancos o las ilusiones en las
elecciones? ¿En eso consistía, después de todo, la Edad de Oro de la
televisión? ¿En otro atraco al proletariado? ¿Una anestesia, una trampa, un
opio del pueblo? ¿Un sacacuartos de relojes de arena? Bah.
Ahí dejo la idea, para
una serie futurista. O no futurista...
Además de aburrida,
“Separación” plantea un futuro laboral que ni siquiera es distópico. Que ni siquiera
mete miedo. Yo mismo tengo una mente escindida sin necesidad de llevar un implante
neurológico, de tal modo que cuando voy a trabajar, el Álvaro de fuera queda
marginado del pensamiento, y cuando salgo de trabajar, el Álvaro funcionarial
queda olvidado entre brumas impenetrables, diríase que escocesas. Mi hijo
mismo, que ha empezado a trabajar en la hostelería, me confiesa que metido en
faena no tiene tiempo ni para recordar cómo se llama, y que cuando sale de
trabajar su mente se recupera tratando de olvidar. Pues eso. Que menudo invento
de mierda, lo de la cápsula. Ni siquiera eso.
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