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Hace un par de semanas, T.
no paraba de reírse mientras veíamos a Tom Cruise evangelizando a los hombres
asustados en “Magnolia”. “Seduce and destroy...”. Luego, al final de la
película, su personaje se quitaba la máscara de gilipollas y se desmoronaba ante
la muerte de su padre. Porque Tom será muchas cosas -un cienciólogo risible, y un
canijo vanidoso- pero cuando trabaja en una buena historia es un actor tan bueno
como el que más. Un actor como la copa de un pino, o como la copa de una
secuoya, allá en California.
T. no conocía esa versión
tan... cachonda de Tom Cruise, tan deslenguada y procaz, como de poligonero
buenorro. Incluso en su versión de Ligón Oficial del Reino, él siempre tuvo ese
aire de niño bueno y repeinado, quizá un tanto picaruelo en su sonrisa de
seductor. Peccata minuta si alguna señora soñaba con tenerlo de yerno y
exponerlo con orgullo ante las amistades. Ellas, por supuesto, no sospechan que
tras la sonrisilla de un hombre -de cualquier hombre- suele esconderse una
imaginación pornoerótica de alto contenido emocional.
Ayer, no sé por qué, mientras
paseaba con el perrete, recordé que había otra película en la que Tom Cruise se
ponía a hacer el idiota con una gracia de truhan desacomplejado. Una idiotez todavía
mayor que en “Magnolia”, supina, de premio Oscar de la Idiotez. La película era
“Tropic Thunder” y de repente me entraron unas ganas terribles de verla. Es
verano, hace calor, y el trópico parecía un buen lugar para relajar la mirada y
aflojar la mandíbula con una risotada.
Y jodó, que si mi reí...
Con un poco de culpabilidad, eso sí, porque la película es una tontería prona,
o una tontería supina, que nunca he sabido distinguirlas. Una majadería. ¡Pero
qué majadería! Actores de postín haciendo el majadero como auténticos
profesionales: el Downey, y el McConaughey, y el Jack Black ese, que se cayó de
chaval en la marmita de la majadería. Y Tom, majadereando como ninguno, sin
perder ritmo ni comba.
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