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Por las mañanas tomo mi café en una taza “Latte Larry’s” que compré por internet. Lleva el sello “No defecators”, por supuesto. Una aspiración de pureza.
La taza idolátrica es el primer pensamiento del día que le dedico a mi amigo Larry David. Luego vienen muchos más. En mis contactos sociales - o asociales- siempre me pregunto qué habría hecho él en mi lugar. ¿Un “parar y charlar”? ¿Un “pretty, pretty, pretty good”? ¿Qué hacer cuando un maleducado no respeta la madera? ¿Cómo reaccionar cuando alguien miente mirándote a los ojitos? ¿Se puede usar un WC para minusválidos si no hay nadie ocupándolo? Dudas y más dudas... En estos asuntos cruciales Larry es mi personal coach, mi influencer viejales. Mi amigo imaginario salido de la tele. Su presencia espiritual es tan importante para mí como la de Obi-Wan Kenobi para Luke Skywalker.
Ayer terminé de ver el último episodio de “Larry David” y al echar cuentas descubrí que llevaba 25 años hablando con su fantasma y riéndome con sus ocurrencias. Llevo media vida viendo “Larry David” y otra media repasando “Seinfeld”, donde salía su alter ego llamado George Costanza. Larry David y Luke Skywalker han sido las dos referencias más duraderas de mi vida. Mi próximo hijo se llamará Kylian David Skywalker.
Cuando enciendo el teléfono para leer las noticias del día me encuentro a Larry David en la pantalla protectora, repanchigado en un sofá y desapegado de los imbéciles. Otros ponen en su teléfono a Jesucristo, o a Irene Montero, o a un nazi de confianza. Yo pongo a Larry para subrayar que mi teléfono, aunque muy modesto, también podría ser el suyo. Si Larry fuera funcionario y viviera en La Pedanía sería un poco como yo. Y al revés: si yo fuera millonario y viviera en Los Ángeles sería un poco como él. Los dos respetamos la madera y nos enfada que nos rechacen por nuestra fealdad. Pero también hay diferencias notables, por supuesto. No somos hermanos gemelos. Larry, por ejemplo, es un follador de suelo y yo no. Él huye de los arrumacos poscoitales y yo sin embargo los disfruto cuando me dejan.
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