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Larry David. Temporada 10

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El episodio 10x7 de “Larry David” se titula “The ugly section”. Puede que sea la mejor ocurrencia de toda la serie. Y eso es mucho decir. La pera limonera. Es tanto como afirmar que un gol es el gol más bonito en la carrera de Maradona, o que Menganita es la chica más guapa en un desfile de Victoria’s Secret. La crème de la crème.

La acción transcurre en un restaurante de Beverly Hills donde los clientes son asignados al ventanal o al interior del local en función de su belleza física. Los guapos y las guapas disfrutan de vistas a la calle y del sol radiante de California; los feos, como nuestro querido Larry y su panda de amigotes, son relegados a mesas interiores donde la iluminación se regatea y el camarero atiende con su sonrisa menos verosímil.

La primera vez que Larry entra en el restaurante apenas tarda dos minutos en darse cuenta de este apartheid fenotípico. No es racismo, ni clasismo: es aspectismo y también escuece lo suyo.

A medias enfadado y perplejo, Larry se lo hace ver al maître, pero éste niega seguir cualquier política empresarial:

- Es solo casualidad -le responde-. No me fijo en esas cosas.

Larry, obviamente, no se lo traga, y al día siguiente regresa en compañía de una mujer hermosísima para hacer dudar al mentiroso. El castigo a su tocapelotez será un nuevo destierro a las zonas interiores del local, donde Larry se quejará amargamente y prometerá justa vendetta. Así son, más o menos, todos los episodios de esta serie inobjetable.

Viendo el episodio por tercera o cuarta vez empecé a pensar que las aplicaciones del amor -la vida misma, en general- también son restaurantes de Beverly Hills donde nos acaban sentando en nuestro sitio por las pintas. La diferencia es que aquí no hay ningún maitre al que hacer responsable de la marginación -Dios, si acaso. Aquí todos somos como somos y hay que asumir nuestro destino. Es la ley del mercado. El aspectismo puro y duro. Relegas y te relegan. El liberalismo económico es un invento del diablo, pero el liberalismo erótico es de una justicia inapelable.







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