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Hacía dieciséis años -porque lo he mirado en los registros de
Filmaffinity -que no veía Desafío
total. Y nada más empezar la película he entendido la razón: la música de
Jerry Goldsmith está asociada en mi cabeza con las derrotas del Real Madrid en
Tenerife, inexplicables y consecutivas. Maldita sea... “Dreams” era la
fanfarria que ponía Canal + al inicio de cada partido, y aquellas dos tardes de
domingo, soleadas y campestres en el Heliodoro Rodríguez López, la música de
Goldsmith atronaba en el televisor como un tambor de guerra antes del saque inicial.
La victoria del Madrid estaba al alcance de un solo gol afortunado, de una parada
milagrosa de Paco Buyo. Las matemáticas estaban de nuestro lado, pero los dioses
del balón nos negaron la gloria y la alegría.
Con este mal recuerdo en la cabeza, todavía no ha aparecido
el primer personaje de la película y ya siento la tentación de abandonar el
empeño. Para qué sufrir, me digo, con la cantidad de DVDs que apilados en el
montón... Es entonces recuerdo que yo estoy aquí porque en el podcast “Tiempo
de Culto” hablaron el otro día de “Desafío total” en plan nostálgico y vintage,
explicando curiosidades que me inocularon unas ganas irresistibles de revisitar.
Yo me entiendo... Y en esas estaba, dudando entre proseguir o abandonar, cuando
de pronto apareció Sharon Stone vestidita con un salto de cama y todas las
dudas se apagaron de repente como bombillas reventadas a disparos. No se hable
más, me susurré.
Desafío total va, precisamente, de un gilipollas
casado con Sharon Stone que sueña con una vida mejor y se mete en un lío de
tres pares de marcianos, y de unos hijos
de puta que han logrado el viejo sueño de cobrarnos por respirar mientras ellos
inhalan oxígeno, nitrógeno y argón sin forma definida, y además gratis. Parece
una cafrada, sí, pero aquí, de momento, en el planeta Tierra, ya nos están
sacando un ojo de la cara por encender una lamparita. Lo de cobrarnos por
centímetro cúbico de aire es el próximo proyecto de las élites emprendedoras.
Primero lo probaran en Madrid, claro, con esa sociópata inaugurando el primer
Oxímetro entre carcajadas y chiribitas.
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