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Solo conozco a una persona -in person, quiero decir- que se haya reído alguna vez con las ocurrencias de “Larry David”. Es mi amigo de La Pedanía, y quizá por eso, entre otras cosas menos importantes, sigue siendo mi amigo. Él no es un entusiasta como yo, pero a veces se asoma a la serie porque le doy mucho la matraca y porque sé que tiene una suscripción a HBO Max -o como demonios se llame ahora.
Yo sería capaz hasta de tomarme un café con un facha ayusista, sólo si me dijera que también se descojona con Larry David. Alrededor de nuestro gurú se admiten todo tipo de especímenes. Yo mismo, que soy un bolchevique durmiente, un soldado del Ejército Rojo que espera la orden de encaramarse a la Moncloa con una bandera tan roja como mi sangre, me parto el culo con las andanzas de este millonario cuyas máximas preocupaciones en la vida son pillar hora en los restaurantes de moda, jugar al golf con los amigotes y encontrar su jersey preferido en la boutique más cara de Los Ángeles.
El camarada Lenin, hace cien años, hubiera deportado a Larry David a Siberia, o lo hubiera hecho ejecutar en la cheka de Moscú. Pero ahora que los comunistas nos hemos vuelto gente civilizada, podemos empatizar con algunos cerdos burgueses y no sentirnos culpables por la desviación. Hasta el camarada Lenin hubiese entendido que Larry David no se ha hecho millonario, sino que hemos sido nosotros, los proletarios, los que le hemos hecho millonario a cambio de hacernos reír y de regalarnos la mejor serie de nuestra vida.
Una vez, hace años, mi madre vino de visita por La Pedanía y vimos juntos un episodio de “Larry David”. Me dijo que el personaje le daba tanta vergüenza ajena que no lo podía soportar. Otra vez le puse un par de episodios a una amante que tuve y no se rio ni una sola vez. Es más: arrugaba el morro todo el rato. Yo pensé: "Esta chica no me conviene". Y ella pensó: "Estos dos son gilipollas".
¿Y mi hijo, por ejemplo, de Larry David?: nada, ni por el forro. ¿Y las otras amantes que vinieron después?: tampoco nada, pero ya por decisión propia, porque Larry y yo tenemos algunos parecidos inquietantes que dicen muy poco a nuestro favor.
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