🌟🌟
No me gusta nada “Tres
pisos”. Pero a lo mejor es el flemón, que me duele como un condenado, y que me
quita las ganas de jarana. Pero luego he puesto un episodio de “Frasier” y
resulta que me he reído como un bobo. Así que el flemón no puede explicarlo
todo. Y me jode, la verdad, porque yo a Nanni Moretti le tengo mucho cariño, y
ponerle solo dos estrellas es como reñir a un padre, o censurar a un abuelete.
Tengo que confesar, de
todos modos, que nunca me han gustado
las películas “serias” de Nanni Moretti. Sus dramas existenciales. Ni siquiera “La
habitación del hijo”, que fue tan alabada por la crítica, y que yo aplaudí
dando palmas sin mucho entusiasmo. Casi arrastrado por la obligación, y por el
respeto a sus películas anteriores. Para mi Nanni Moretti es el zangolotino de “Abril”,
y de “Caro diario”, y de aquellas comedias anteriores -y muy anarquistas- que
solo recordamos los cuatro entusiastas encanecidos. Pero cuando Moretti deja de
hacer el payaso (en el buen sentido) y se pone el disfraz de señor barbudo y
reflexivo, le salen unas películas muy afectadas, sombrías para mal, con
actores y actrices que no terminan de creerse del todo lo que recitan. Y unas
músicas lamentables, de subrayado cursilón.
“Tres pisos”, por
ejemplo, es una obra teatral mal disimulada. No es cine exactamente: son personajes
muy pendientes de su frase, y de su marca sobre las tablas. Se mueven de manera
robótica, y se expresan de manera forzada. Hacen literatura al andar. No me los
creo desde la primera escena, tan perturbadora como chocante. Y mal
interpretada. El minimalismo gestual no contribuye demasiado a la verosimilitud
de las reacciones. A Moretti le ha salido una película al estilo de Carl
Theodor Dreyer, muy solemne y tal, pero rodada en colorines. Y no en Dinamarca,
sino en Italia, donde sorprende que estos personajes sean tan poco expresivos.
Tan nórdicos y hieráticos. Otra vez será.
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