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Cuando todo se desmoronó, allá por el año 2008, empecé a leer
libros de economía. No lo había hecho jamás. A veces me aventuraba en las
páginas salmón de los periódicos y terminaba mareado. Sí: en 2008 todavía
leíamos el suplemento dominical, que manchaba los dedos de tinta y luego servía
para recoger el pis de los perretes.
Como no tenía ni papa del asunto, leí libros de “divulgación”,
sencillitos, economía para dummies. Sabios muy prestigiosos se ofrecieron a
darnos la comida masticada como a polluelos hambrientos de saber. Yo era de
ciencias, pero de ciencias físicas y químicas, con un ojo siempre puesto en la
astronomía o en los designios de la genética, para nada en este enredo de
germanías financieras y verborreas de lo bursátil. Lo explican al principio de “La
gran apuesta”: todo esto es así para que usted no se entere, para que no se
meta en el negocio. Para que estos cuatro hijos de puta puedan seguir robándole
parapetados en lo incomprensible.
Aun así, pese al esfuerzo didáctico de los autores, yo no me enteraba de gran cosa. Me fallaba la motivación -que se desinfló rápido, y el tiempo precioso -que repartía con la Liga de fútbol. Pero algo sí que aprendí: que el dinero no son los billetes ni las monedas. Que el dinero es una cifra, una entelequia. Humo. Dinero es lo que pone en la cartilla del banco, nada más. Pero no es real. Se puede convertir en billetes cuando acudes al cajero, pero podría no hacerlo si vienen mal dadas. Que se lo digan a los argentinos del corralito.... El dinero es una cosa ficticia que hoy vale tanto y mañana vale tanto dividido por dos, o por cien. El dinero que usted tiene en la cartilla -esto de la cartilla ya es un hablar, claro- está atado a otros dineros. En realidad, lo que hay detrás de la ventanilla de su oficina es un gran casino donde una pandilla de desalmados -y los políticos que lo permiten- cogen su dinero y lo transforman en fichas para apostar.
De eso va en realidad “La gran apuesta”: una versión dolorosamente
real del “Casino” de Scorsese, donde se juega con el dinero de usted y al final
terminan por desplumarle. Ayer como siempre.
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