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He vuelto a picar... Cada
cierto tiempo aparece una película de terror que la crítica eleva a la
categoría de “original”, de “distinta”. De “viento fresco del género”. La
renovación tantos años perseguida... Y yo, que quiero creer, que en el fondo soy
un hombre de fe, la busco ansioso para reengancharme, para salir de esta rutina
de amores entre franceses y de comedias entre americanos. ¿Por qué no, me digo,
poner una película de terror esta noche? Además, el terror también tiene su miga
existencial, psicoanalítica si me apuran: los miedos profundos, y la barbarie
escondida. Los aterrados y los aterradores no dejan de ser seres humanos con sus
peculiaridades y sus tormentos. La cosa sexual, y los traumas, y las pedradas
como rocas de Yellowstone.
Pero luego te pones en el
sofá, o tumbadito en la cama, y nada: es lo mismo de siempre. No ves el hecho
diferencial que tanto entusiasmaba a los críticos. No sé: supongo que les pagan
por decirlo, o que se dejan llevar por la emoción de una nadería diferente.
Quizá les sulibeya que el susto tarde un poco más en llegar, o que la cámara
enfoque desde una esquina insospechada, o que las vísceras humanas parezcan más
realistas que en otras matanzas del recuerdo. Detalles, en todo caso. Pijadas.
Variantes ínfimas de los mismos crímenes perpetrados en la casa del bosque. La
soledad amenazante y el silencio de los pájaros. El Cletus de turno que ve demasiados
predicadores luteranos por la tele. “El pecado ya está aquí, hermanos...”
Espero que las alabanzas
a “X” no vengan por el lado morboso de la película porno que rodaban sus
personajes. Eso sería como regresar a los años setenta, a las películas de
Esteso y Pajares. ¿Todo este entusiasmo por un par de tetas? ¿Por un par de un par de
tetas? Vamos, hombre... Y que no me digan que “X” está inspirada en “Viernes 13”
porque es tal cual “Viernes 13”, parte no sé cuántas. No sale Jason, pero para
el caso nos da igual.
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