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Cuatro años antes de que Letizia Ortiz presentara los informativos nocturnos en CNN+, Suzanne Stone, también muy rubia y muy desenvuelta, con aspiraciones igual de elevadas en la vida, presentaba la información del tiempo en una cadena local de New Hampshire.
Es más: cuando Suzanne Stone, la mala de la película, perora ante la cámara guarda un parecido físico más que razonable con doña Letizia. Al menos a mí me lo parece. Las dos, además, esconden un ego desmedido que las convierte en unas trepas de cuidado. La diferencia es que una perdió la vida en el intento y otra llegó a ser reina consorte de Todas las Españas. Por un lado, el destino trágico; por otro, la unidad de destino en lo universal.
Suzanne y Letizia desarrollaron sus carreras en los viejos tiempos del heteropatriarcado, así que no tuvieron más remedio que acostarse con un hombre para alcanzar sus objetivos. Pero claro: menuda diferencia entre el tarugo del instituto americano y el príncipe europeo que estaba de holganza frente a la tele. Como de comer a mirar. Uno medio lelo y con el labio partido y el otro capitán de los Ejércitos y como importado de Noruega.
También es verdad que Suzanne era medio boba y alicorta, mientras que Letizia, según cuentan las crónicas de palacio, es una inteligencia desgrasada que deja patidifusos a los periodistas, y a decir de las marujas que siguen sus andanzas, una madraza como pocas, preocupada todo el día por el futuro incierto de las infantas.
“Todo por un sueño” es un título que vale para resumir la vida de Suzanne Stone y también la de nuestra reina consorte. Las dos son mujeres decididas que lo dejaron todo por un sueño. Después de asesinar al lerdo de su marido, Suzanne Stone se dejó literalmente la vida por ascender en su profesión; Letizia, por su parte, para ascender en la pirámide social y clavarse la punta en el susodicho, se dejó por el camino los valores republicanos y los viejos juramentos de pertenencia al populacho.