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Algún crítico malévolo lo llamó “cine de tacitas”. De tacitas
de té, se sobreentiende. No sé si fue Javier Ocaña quien lo inventó, o Javier
Ocaña quien lo recogió. Da igual. Se lo leí a él, y el hallazgo es cojonudo. Porque
el cine ambientado en la época victoriana transcurre, efectivamente, alrededor
de mesas de té donde las mujeres socializan y los hombres... bueno, los hombres
nunca están. Ellos suelen estar de pie, en la chimenea, fumándose un puro, o
repantigados en los sofás, con sus coñacs y sus leontinas, repartiéndose la plusvalía
de los obreros y negociando el amor de las mujeres como quien negocia traspasos
de futbolistas.
El amor, según ellos, está reservado para las amantes que les
esperan desnudas en sus pisos de Londres, o en sus chabolos de la campiña. La
misma palabra lo dice, jolín: amantes. Lo otro, que es el matrimonio, emparentar
con las otras sangres de la burguesía, es un asunto demasiado serio para
dejárselo a las mujeres, que se pierden en sentimientos y en lloreras. En
libros de cursilerías. Qué sería de ellas sin nosotros, celebran a risotadas mientras
se pegan otro lingotazo y encienden otro habano con billetes de diez libras.
El ”cine de tacitas” nos ha legado películas infumables, de lanzar
cócteles molotov a la pantalla o destruir el televisor a martillazos. Pero
también nos ha dejado las películas de James Ivory, y “La edad de la inocencia”,
y la obra maestra de la elegancia que es “Sentido y sensibilidad”. ¿”Retrato de
una dama”? Pues ni fu ni fa. Ni fu de fuego ni fa de fascinante. La película es
demasiado larga, demasiado estilosa. Pretenciosa, iba a decir. Le sobran treinta
minutos por lo menos. Demasiada enagua verbal me parece a mí. John Malkovich
sobreactúa y Nicole Kidman lleva unos pendientes horrorosos, de abuela de la
posguerra, que deslucen toda su belleza.
Sospecho que “Retrato de una dama” sería una petardada
mayúscula si no fuera porque a veces suena la música de Schubert, que estremece,
y la música de Wojciech Kilar, que te pone la gallina de piel, como dijo el holandés
errante.
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