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“Master of none” te da una de cal y una de arena. Es una serie
irregular pero maravillosa. Es como una amante tronada, o como un amante
bipolar, que te concede días perfectos y también días insufribles. La felicidad
y la desesperación. La alegría de insistir y el miedo de continuar ¿Compensa?
Pues depende. Eso va en el aguante de cada cual.
“Master of none” es por supuesto una amante que compensa. Si
te saltas los episodios en los que Ansari reparte juego entre personajes secundarios,
o relata la perplejidad de los hindúes, lo otro, que es encontrar a la mujer de
sus sueños, es una sucesión de episodios perfectos que se contemplan con media
sonrisa en la cara y media congoja en el estómago. Es comedia romántica, sí,
pero no es ñoña ni gazmoña. Es muy del siglo XXI. En la búsqueda de Dev hay
parejas que encajan y parejas que no; polvos arruinados y amores casi consumados.
A veces hay cama en la primera cita y a veces la cama se pospone para siempre.
A veces la cama solo llega tras largas conversaciones paseando por Nueva York, que
es como se hacía antes, cuando éramos medio bobos, o románticos del todo, y aún
nos pesaban los tabúes como piedras.
Tinder echa humo en el teléfono de Dev desde que su relación con
Rachel dejó de funcionar. Y dejó de funcionar porque sí, sin razón ni motivo, como
suceden las cosas en los tiempos modernos. Simplemente se cansaron, exploraron
otras vías, les dio miedo dejar de volar. Y eso que volaban juntos. Pero les
dio igual. Ahora todo es muy raro. La oferta y la demanda de corazones ha
creado una economía propia e imprevisible. Ya nunca se sabe. Hoy amas, o te
aman, y mañana el amor ya es imposible porque viene un bostezo o un viento del
sur.
En esta segunda temporada, Dev está enamorado de Francesca, que es una top model italiana que todavía no sabe que es una top model porque su novio la guarda como oro en paño. Modelo y con novio: Dev lo tiene crudo, sí. Pero Dev no se rinde. Él no es Marcello Mastroianni pero tiene otras virtudes. Para empezar que es más más majo que las pesetas. Y con esa primera piedra tratará de construir el edificio de su amor.
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