🌟🌟🌟🌟
Hasta hace un par de semanas yo era uno de los pocos que no conocía
el famoso vídeo de Pamela Anderson y Tommy Lee. Un ignorante lamentable. Estoy
en el mundo pero es como si lo flotara, como si nunca posara los pies en el
suelo. Solo en la hierba de los campos de fútbol... No veo la tele, ni leo las revistas,
ni trato con nadie que me ponga al día de estas cosas. Alguien que me baje de esta vida mía de pájaros virtuales, a demasiados
metros de altitud. Vivo muy apegado al barro para unas cosas y muy distante para
otras: así soy yo. El ermitaño de la tontería. Llevo años en una cueva de Tora
Bora donde solo entra la “prensa seria” y la actualidad del Madrid, y las
películas donde el nombre de Pamela Anderson jamás saldría en los títulos de crédito.
Llámenlo elitismo, o estrechez de miras.
Pero tampoco vayamos a exagerar: antes de ver la serie sí
sabía quién era Pamela Anderson Pero vamos, muy de lejos, apenas una referencia
en el folklore americano. Jamás vi un episodio de “Los vigilantes de la playa”
porque sus pechos no aguantaban toda la memez que alimentaban. Yo, de Pamela, solo
conocía eso, sus pechos descomunales. Una ceguera úbrica, y lúbrica. Ni siquiera
hoy podría ponerle una cara que no fuera la de esta actriz que la interpreta. Magistralmente, creo.
Tampoco sabía, puestos a no saber, que Pamela había estado
casada con un rockero llamado Tommy Lee que era el batería de un grupo de
nombre indescifrable, y de música inescuchable. Pero es que ni pajolera, vamos.
Y visto lo visto, tampoco creo que me haya perdido nada: Pam y Tommy son dos descentrados,
dos personajes insufribles a los que íntimamente deseas que todo les vaya mal
en la vida, aunque la serie se empeñe en susurrarte lo contrario.
Bueno: todo no, porque lo del vídeo les pasó a ellos como le
podría suceder a cualquiera. Cualquiera que se autofilme, claro. Yo sería feliz
si a Pam y a Tommy les frieran a impuestos revolucionarios. Eso sí; pero esto
no. Esto otro es inadmisible. La serie va de la pérdida de la intimidad que
vino con internet. Y todos -ricos y pobres, tontos y listos- tenemos una
intimidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario