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En las películas de Paul
Schrader nunca existe la posibilidad de escapar. Escapar de uno mismo y del
destino, se sobreentiende. El nombre de Schrader, en los títulos de crédito,
funciona como un spoiler que anuncia grandes penalidades. No es que adivines el
final en un alarde de clarividencia, pero ya sabes que todo va a terminar como
el Rosario de la Aurora. No hay personaje suyo que se salve; o yo, al menos, no
lo conozco. Todas sus criaturas nadan como salmones para remontar las
circunstancias pero mueren justo al llegar a la orilla, maldiciendo su suerte o
su propio carácter. Cagándose en las circunstancias o en las gentes que no le
ayudaron. Tanta pasión para nada, como decía Julio Llamazares.
Las películas de Paul
Schrader, aunque hablan de tipos pintorescos que se ven muy poco por la Meseta,
a no ser que hagan el Camino de Santiago o vengan a predicar la fe de los
mormones, son... como la vida misma. En el cine a veces triunfan los sueños de
colorines y los giros de la fortuna. Pero a este lado de las pantallas nadie
escapa a su propia profecía. Todo está en las Escrituras, como dijo el último
profeta, y en la primera aparición de Willem Dafoe ya sabes que este tipo
-aunque camine muy ufano por las aceras de Nueva York con su traje carísimo y
su bufandita de pijoleto- está condenado de antemano, atrapado en su destino
insoslayable. El tipo vende droga a clientes exclusivos, de barrio bueno, o de
hotel carísimo, y solo por encima de la planta 37 de los edificios. Menos de
eso, para el señor Dafoe y su socia Susan Sarandon, ya es clientela menor, purria
de Nueva York, adictos al crack y otras mierdas menores que ellos ni siquiera tocan.
Dafoe se lo monta dabuten.
Gana pasta, frecuenta garitos de moda y no parece faltarle la compañía
femenina. Pero su pasado, como el pasado de todos nosotros, le persigue. El
pasado nunca se queda atrás del todo: se queda ahí, haciendo la goma, como un
ciclista desfondado que sin embargo nunca desfallece. Por más que aceleres
siempre escuchas su torpe jadear. Y al llegar el descenso vuelve a pegarse a tu
rueda provocando un accidente de la hostia.
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