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Cuando la película del día no deja un pensamiento decente que
traer a este blog -un aprendizaje, un chascarrillo, un hilo del que tirar- me
pongo a escribir sobre la incapacidad de la escritura, y salvo los muebles como
puedo. Si no puedo decir nada enjundioso, explico, al menos, las razones de mi incapacidad. Como un cantante con la voz tomada que sale al escenario no para cantar,
sino para explicar a su grey que anda cascado porque pilló un
resfriado, o porque tiene un chiquillo que no le deja dormir. Es otro tipo de intimidad, y de comunión, con los seguidores. Con los cuatro gatos del callejój, que me leen a escondidas.
Como hace Fellini en Ocho y medio, salvando las distancias, que para
salir de un atasco creativo hizo una película sobre la incapacidad de hacer una
película. Sólo que a él, paradójicamente, le salió una obra maestra sobre el
alter ego que fracasaba, mientras que el cantante que no
canta, o el bloguero que no aporta, en realidad son dos farsantes que dan gato
por liebre, y que harían mucho mejor guardándose las energías para otra ocasión.
En realidad tengo varios Ochos y medios entre estos mil y medio escritos
que versan sobre mi cinefilia, y sobre mi vida disfrazada en ella. Mucha metablogueridad,
si se me permite la palabra. Muchas mañanas a lo Marcello Mastroianni, o a lo
Guido Anselmi, en el balneario de mi casa, o en el set de mi oficina, incapaz
de saber por dónde tirar, de pronto desgastado, repetido, aburrido de mí mismo.
Absorto en un lejano recuerdo, ahora que me voy haciendo mayor, y que estas memorias
salen de sus escondrijos como conejos en primavera. Abrumado por las
preocupaciones de la salud, o del amor, o de los fichajes fracasados del Real Madrid.
Avergonzado de mí mismo, de mi impostura pseudoliteraria, de mi criterio tan
poco profundo. De mi magisterio tan poco edificante. Haciendo exégesis de los sueños nocturnos, siempre embarullados y con mensajes ocultos. Reencontrado, de súbito, con
un fantasma, con un miedo, con una esperanza... Zarandajas que me apartan de la
labor de escribir la entrada diaria. O más bien: de emborronar el blanco
virginal de un Nuevo Documento…
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