Los dos papas

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Carlos Pumares, en su programa de radio, se reía mucho de El Padrino III porque el obispo que asesinaban en la película iba vestido de obispo a las tantas de la noche, en sus propias dependencias, con mitra y todo incrustada en la cabeza, que es como si Messi se fuera a dormir con la camiseta sudada del partido, o como si la Pedroche bajara a comprar el pan con el vestido exiguo de Nochevieja. Pumares tenía una carcajada zorruna, medio histérica, inimitable cuando se metía con alguien que le caía muy gordo o muy pesado. Una risa de hiena que se ha quedado en el Dropbox de mi memoria, y que hoy he recordado varias veces -treinta años después de aquellas madrugadas de estudiante- mientras veía Los dos papas en la noche del viernes sin planes ni tentaciones. Me he acordado mucho de Pumares porque el personaje de Joseph Ratzinger va vestido de Papa toda la película, lo mismo en las ceremonias que en los paseos, en las recepciones oficiales que en los güisquitos con los amigos, y tal insistencia monocromática, aunque quizá obedezca a un protocolo real que yo desconozco, queda como ridícula, como excesiva, en ese contexto de la Ciudad del Vaticano que ya de por sí parece un musical de Broadway, uno con decorados grandiosos y músicas de órgano donde un grupo de eunucos medievales se pelean por el poder y luego discuten sobre el sexo de los ángeles.




    Cuento esta chorrada de Carlos Pumares y del vestido omnipresente porque en realidad me produce fatiga, pereza infinita, hablar de cualquier película que retrate la figura de un Sumo Pontífice. Y ya no te digo nada si salen dos, y simultáneos además, en histórica tesitura. Para mí, que sólo fui católico durante un año -el que medió entre mi Primera Comunión y el descubrimiento de los deportes televisados el domingo por la mañana- el Papa es como un personaje imaginario, uno de Star Wars que dice ser infalible en sus decisiones y no tocarse jamás el pito en la cama. Un monje del planeta Tattoine que se presenta ante las audiencias como un caballero Jedi pero que luego, cuando se reúne con su curia, se alía con los lord Sith de la galaxia para seguir defendiendo las desigualdades y las opresiones.

    Me ha pillado de buen jerol, Los dos papas, porque además les tengo mucho cariño a estos dos actores que defienden la función, y he preferido tomarme un poco a chunga lo que cuentan y lo que confiesan -aunque no se me escapa la trascendencia real de estos asuntos palaciegos. Hoy he preferido salir por peteneras. No hacer escarnio. Yo también soy muy ecuménico cuando me pongo. Cuando se me disipan los malos humores.