Warfare

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Ron Kovic o el teniente Dan también quedaron inválidos después de pelear en las guerras coloniales de los norteamericanos. Pero no me los imagino, a su regreso a casa, participando en una película que recreara la batallita donde cayeron heridos. Ron Kovic porque tenía dignidad y el teniente Dan porque, teniendo dignidad, era un personaje ficticio que salía en “Forrest Gump”. 

La bala que les condenó a vivir en una silla de ruedas actuó al mismo tiempo de despertador de sus conciencias. Comprendieron, en el dolor, o en la resaca del dolor, que su guerra patriótica no era más que una invasión del Tercer Mundo para regular los mercados y allanar el camino de las finanzas. Los marines, en el mejor de los casos, son la carne de cañón que desbroza los senderos económicos. Y en el peor, una pandilla de asesinos que fuera de Arkansas o de Oklahoma ya poseen licencia para matar. 

En cambio, estos inválidos muy reales de “Warfare” -cuyos nombres podría buscar en internet si no fuera porque este sol justiciero, casi de desierto iraquí, me deja asténico y desmotivado- participan como consultores en esta recreación de la batalla de Ramadi que a punto estuvo de enviarlos al cielo de las fuerzas democráticas. Si “Nacido el 4 de julio” y “Forrest Gump” eran dos alegatos antibélicos, “Warfare” es todo lo contrario: un recordatorio de que en Irak combatieron unos machotes para llevar la paz y la prosperidad a los comunistas mesopotámicos. La película es una celebración de la camaradería, del arrojo en batalla, de las ametralladoras de la hostia... En resumen: una mierda pinchada en un palo. Aunque luego, eso hay que reconocerlo, resulte la mar de entretenida. 

“Warfare” es como “Black Hawk derribado” pero sin helicópteros estrellados. Aquí la fuerza aérea pasa a toda hostia sobre el campo de batalla y levanta un polvo de maldición bíblica que confunde a los buenos y a los malos. 




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