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“Todo el mundo es salvaje de corazón y además raro”.
Lo decía Lula Pace en “Corazón salvaje” y lo tengo puesto en el frontispicio de
mis perfiles. Lula tenía más razón que una santa de los pecadores.
“Los que se quedan”, sin embargo, viene a decir que
todo el mundo es raro pero guarda en su interior un corazón de chocolate. Yo, por
supuesto, no lo suscribo, ni por razones empíricas ni por pensamiento filosófico,
pero reconozco que la película de Alexander Payne me arranca una lagrimita de
emoción. Contradicciones... Es la magia del cine, supongo, que te hace creer en
los midiclorianos, y en el amor imposible con Julia Roberts en Notting Hill, y
ya puestos, en la naturaleza roussoniana de los seres humanos, donde la culpa
de nuestros defectos siempre es de los otros o de la sociedad. “Porque nadie me
ha tratado con amor...”-
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Viendo “Los que se quedan” me acordé de un profesor
que tuvimos en los Maristas, el hermano X., un indeseable que nos daba
matemáticas y rudimentos de informática. El hermano X. era burlón y despiadado.
Exigente como si estuviéramos en un Harvard provincial. Un “old school” al
estilo del señor Hunham de la película, también calvorota y falto de amor
correspondido para sublimar sus frustraciones. El hermano X no se parecía ni
por asomo el profesor Keating de “El club de los poetas muertos”, cuyo
espíritu, por contraposición, también flota en el ambiente.
El último día de curso, con los exámenes ya
finalizados, el hermano X. nos llevó a la sala de audiovisuales y nos dejó
boquiabiertos cuando nos mostró su colección completa de rock and roll de los
años 50 y nos confesó que aquella era la pasión verdadera de su vida, tan
alejada de los cálculos matriciales y de las exégesis de la Biblia. Descubrimos
que el profesor más odiado del colegio, el más hueso, escondía un tuétano de
rebeldía en su interior. Un ser humano quizá.
Nos sentimos descolocados y un poco avergonzados. Pero
el hechizo apenas duró unos pocos minutos: lo que tardó en evaporarse la
primera canción de Elvis Presley. En realidad el personaje ya nos daba un poco
igual y solo queríamos olvidarle para siempre.
