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La ola

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Herr Wenger, en “La ola”, advierte a sus alumnos que Alemania se cree vacunada contra el fascismo, pero una crisis económica, un cataclismo medio ambiental, podría devolverlos a 1933 para que los matones ocupen de nuevo el poder y campen a sus anchas.

    Los alumnos responden al desafío lanzado por su profesor: haría falta un desempleo galopante, aventuran, y una gran injusticia social, para que la gente decidiera suicidarse en una autocracia como lemmings tirándose por el barranco. Y mucho desapego político, claro, y una conciencia nacional exacerbada, cosa que en Alemania siempre da un poco de yuyu. Herr Wenger asiente, enigmático… Estamos en el año 2007 y la cuestión parece un asunto retórico, un simple ejercicio para aprobar la asignatura de sociales.



    Ahora, 13 años después, el fascismo imposible ya se ha vuelto sólo improbable. De la nulidad matemática hemos pasado al número decimal. Y quién sabe si al entero… En Alemania, y aquí, y en cualquier lugar donde hace nada era impensable. Cuando nos dejen salir de casa, habrá un desempleo galopante, que era la condición primera que expusieron los chavales. La injusticia social, en tal panorama, sólo será su consecuencia lógica. ¿Desapego político? Las redes arden contra la clase política. El mensaje de “todos son iguales”, sin distinción, inútiles o corruptos, ineficaces o asesinos, ha calado. Y uno se pregunta, desde su mermada inteligencia, si la gente que así opina desea instaurar la I Anarquía Nacional o prefiere que salgan los militares a imponer orden. Es todo muy contradictorio…

    Y las banderas, claro… Yo mismo me reía, al principio de la pandemia, de los “anticuerpos españoles” que presumía tener el político ese de la metralleta. Pero la chorrada también ha calado. Hizo fortuna, y ahora España se ha llenado de banderas que apelan al orgullo nacional para “combatir el virus”, como si el virus supiera lo que es una frontera, o supiera distinguir a un cacereño de un argelino. Es todo muy ridículo.

    Estamos más cerca de lo que pensamos, del cataclismo que conjeturaba herr Wenger en la película. Seguramente el meteorito pasará a muchos kilómetros de distancia, pero ya está ahí, surcando el espacio. Ha abandonado la nube de Oort, y se dirige hacia el Sol.




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