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La buena esposa

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Detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer, se decía no hace mucho cuando llegaba el momento de entregar los galardones. Se suponía que detrás del héroe político, de la estrella del deporte, del escritor afamado, había una esposa que llevaba las riendas del hogar y el peso de los hijos. El sostén afectivo en las depresiones, y el sostén sexual, en los apretones. La brújula moral incluso. El retorno seguro tras las excursiones por el mundo, o los viajes lejanos de la creatividad. El baricentro de la vida. La cama hecha, la cena caliente, y la comprensión asegurada. La corbata bien puesta. en los nervios previos al homenaje. El inmortal cliché que hemos visto tantas veces en las películas...

    Lo curioso es que al revés, cuando era una gran mujer la galardonada, casi nunca se decía que había un gran hombre en la retaguardia, porque se suponía que detrás de ellas sólo había una lesbiana irredenta, o un marimacho sin apetencias, o una asexuada que criaba telarañas en los bajos. Detrás de cada gran mujer que publicaba novelas o batía récords del mundo en atletismo no había nadie. A lo sumo, según algunas crónicas, un calzonazos que consentía ser el segundo plato de las entrevistas, el personaje secundario de las bélicas hazañas. ¿Por qué al marido de Margaret Thatcher le llaman "el árbol de Navidad"?: porque lleva las bolas de adorno.

    Hoy en día, por mucho que nos quejemos de lo poco que avanzamos como sociedad, ya nadie dice estas cosas sobre quién está detrás de quién cuando llega la hora de entregar el premio Nobel de Literatura, o la Estrella Michelín de la temporda. Detrás de cada personaje ilustre está quien le sale de los cojones, o del coño. O nadie en particular. Ya no nos interesa. O sí, pero sólo para entender el contexto, a modo de apunte. Ya no hay un género que conquista y otro que acarrea la impedimenta. Nos da igual. Somos, por fin, ciudadanos, como nos enseñó la Revolución Francesa, y tardamos tanto tiempo en aprender. La posición de mear, o la posición de follar, ya es solo anecdotario, y tontería.


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