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Hunger

🌟🌟🌟🌟


Llegando a Belfast el guía nos aseguró que tendríamos la tarde libre para conocer la ciudad. Que haríamos una panorámica general desde el autobús y luego, ya instalados en el hotel, podríamos pasear libremente por sus calles. 

- Ya sé que parece una ciudad chunga -nos dijo, porque había calado nuestras expresiones- pero en realidad es muy segura porque hay cámaras por todas partes y la “Garda” patrulla de continuo.

Su discurso, la verdad, no sonaba muy tranquilizador, pero yo estaba como loco por patear los sitios que conocía de las películas. El muro de Bobby Sands, concretamente, lo llevaba subrayado en la libretita. No podía irme de Belfast sin visitarlo. No después de haber leído tantas cosas sobre Irlanda del Norte. No después de haber visto “Hunger” con Michael Fassbender haciendo de Bobby Sands.

Pero luego todo se torció: el otro guía estaba loco de atar y nos dio cien vueltas innecesarias por el tráfico de Belfast. Llegamos tan tarde al hotel que ya se nos juntó el check-in con la hora de cenar, siempre tan temprana en esos países irredentos. Cuando terminé el postre apenas quedaba un soplo de luz natural, y la idea de internarse de noche por los barrios católicos -que desde el autobús parecían algo así como el gueto de Varsovia- sonaba a misión descabellada y casi suicida. Quedaba la mañana siguiente, sí, pero a las siete y media tocaban diana para llevarnos al museo del Titanic y luego a la Calzada del Gigante.

Después de cenar no subí ni a la habitación. Con la misma ropa bonita que me ponía en los comedores por si ligaba con alguna co-excursionista me lancé a la calle con el Google Maps en la mano. El muro de Bobby Sands, para mi suerte, sólo estaba a dos kilómetros del hotel: veinte minutos de caminata entre descampados, casas baratas y pasarelas con alambradas. Por el camino, ya de noche cerrada, me crucé con varios chicos encapuchados y me entro un poco de acojone. Luego descubrí que todos iban y venían de un badulaque abierto 24 horas en medio de la nada. 

Y al final del camino, en efecto, iluminado por una farola estratégica, el muro de Bobby Sands. El premio a mi espíritu aventurero. Y mi homenaje particular. 






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El viento que agita la cebada

🌟🌟🌟🌟


1. Este verano pagué muchos jayeres para que me enseñaran Irlanda entera en una excursión organizada. From coast to coast, de norte a sur, de la Irlanda Libre a la Irlanda del Norte... Lo vimos casi todo, pero no lo fundamental, que era la aldea de Cong, inaccesible con nuestro megalómano autocar. Fue allí, en la mítica Innisfree, donde Sean Thornton y Mary Kate Danaher consumaron los polvos homéricos que todavía retumban en la mitología de los irlandeses. Me cagué hasta en los dioses más sagrados de los celtas, pero lo acepté con la resignación cristiana de los normandos invasores. 

Lo otro que no vimos -por razones que prefiero imaginar logísticas y no crematísticas- fue Cork y su condado. Nos dijeron que bueno, que tampoco era para tanto, pero hoy, viendo “El viento que agita la cebada”, he quedado boquiabierto ante los paisajes y he descubierto en el IMDB, soliviantado, que todo esto, hasta donde abarca la vista de la cebada, es condado de Cork que otros turistas más afortunados sí descubrieron. Ba mhaith liom mo chuid airgid ar ais.

2. Los nacionalistas irlandeses siempre nos conmueven en las películas. Su causa nos parece romántica y cargada de razones.  Debe de ser que nunca hemos visto las películas británicas que los ponen a parir. A provincias sólo llega el trébol victorioso del conflicto. Yo admiro su desprecio por la vida y su amor por el terruño, pero jamás hubiera pegado ni un tiro por desalojar a los ingleses. Soy un puto cobarde y un conformista lamentable. Para echarme al monte los británicos tendrían que haber violado a mi mujer, fusilado a mi hijo y decretar proscritos los colores del Madrid. Algo así. Si no, me daría igual. 

Si ahora mismo España fuera invadida, qué se yo, por los macedonios, y nos impusieran su lengua y su cultura, pues mira, a adaptarse tocan. Mientras no me quiten el trabajo y los hospitales sigan funcionando, yo estoy dispuesto a aprender el macedonio a marchas forzadas. ¿Que prohíben el uso de mi nombre y lo sustituyen por su versión en macedonio? Qué más da. Yo sigo siendo yo. ¿Qué ahora las decisiones importantes se toman desde Skopie y no desde Madrid? Me importa tres narices. Da igual desde dónde manden. Siempre mandan los mismos. 





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El problema de los 3 cuerpos

🌟🌟🌟


1. Si el planeta Krypton estuviera a punto de ser destrozado por la acción gravitatoria de tres soles en el cielo, yo, como Alto Comisionado para la Búsqueda de Ayuda Intergaláctica, no contactaría con los científicos de la Tierra, sino con los directores del cine porno, tan marginados y desconocidos. Porque ellos sí que llevan décadas resolviendo ecuaciones complejísimas con tres cuerpos involucrados. Si consideramos que p es el placer, F el cuerpo gestante y M el cuerpo no gestante, estableceremos como premisa que p1=FFM y p2=FMM, de lo que se deduce que p3=MMM y p4=FFF. Conclusión: que el enredo astronómico de tres soles palidece ante el lío anatómico de tres cuerpos humanos armados de lenguas, extensiones y concavidades.

2. Si hacemos caso a la propaganda que viene de Estados Unidos, los chinos no han parado de joder a la civilización occidental -y por extensión, al planeta entero- desde los tiempos de Fu Manchú. Si hace un lustro fue un habitante de Wuhan el que se comió un bocata de pangolín para desatar una epidemia mundial de imbéciles antivacunas, aquí, en la serie, es una astrónoma china la que responde con muy mala cabeza a la señal Wow! que captaron los radiotelescopios en 1977.

(Me dicen que la novela la ha escrito un chino... Será uno vendido al capital).

3. Es un hecho científico que la especie humana ha alcanzado su esplendor evolutivo en esta actriz mexicana llamada Eiza González. Ella es turbadora, perturbadora, más que turbadora... Estamos transitando un punto de inflexión fenotípico: si la gráfica se vuelve más convexa nos esperan varios siglos de humanidad mejorada y alucinante; si por el contrario se vuelve cóncava, puede que en unas 6 ó 7 generaciones las mujeres se empiecen a parecer a nuestras bisabuelas. De cualquier modo, mi generación degenerada ya no estará ahí para verlo. 

4. Conclusión: “El problema de los 3 cuerpos” ya lo habían cantado “The Alan Parsons  Project” en “Eye in the Sky”:


Yo soy el ojo en el cielo, mirándote.

Puedo leer tu mente.

Soy el creador de reglas, tratando con idiotas.

Puedo engañarte como a un ciego.





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