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Viaje a la Luna

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Aunque apenas dure un cuarto de hora, “Viaje a la Luna” se estrenó en 1902 como un largometraje que exigía mucha paciencia a los espectadores. La gente que frecuentaba las ferias estaba acostumbrada a ver películas de cinco minutos como máximo, y de pronto Méliès les proponía una aventura espacial con planteamiento, nudo y desenlace. Por fin una experiencia cinéfila. Algo así como el “2001” de Stanley Kubrick para la época. Hoy en día, en un cuarto de hora, las producciones de Netflix no tienen tiempo ni para poner el logo de la compañía. Es casi el tiempo que el espectador tarda en elegir una ficción entre un millón.

Al principio los distribuidores se quejaron a Méliès, pero luego el boca a boca convirtió “Viaje a la Luna” en el primer clásico del cine. Gracias a ella Méliès hizo la fama y el dinero, aunque podría haber ganado mucho más si ese cuatrero de Edison no la hubiese pirateado para exhibirla en Estados Unidos. Años después, cuando Méliès cerró el negocio y se refugió en su kiosquito de Montparnasse, “Viaje a la luna” pervivió en la memoria de los cinéfilos porque nadie había olvidado aquella cara de queso que recibía el impacto del módulo lunar en un ojo. Es una imagen imborrable que yo mismo tenía de chavalín, sin saber quién era aquel tipo embadurnado ni de qué película se trataba. Es un icono del siglo XX. 

“Viaje a la Luna” no es ni buena ni mala. Está fuera de categoría, como los puertos del Tour. No puede analizarse en esos términos, poniéndole estrellitas. Aunque yo vaya y se las ponga... No pueden compararse las pinturas de Altamira con “Las Meninas” de Velázquez. Es otro rollo. Son obras fundacionales. Yo, al menos, siempre que veo "Viaje a la Luna" me quedo con cara de embobado. En 1902 aún no existían los aviones y ya había un tipo rodando con efectos especiales. Haciendo magia, literalmente, porque Méliès había sido antes un mago profesional. También había sido dibujante, escultor, poeta, fabricante de zapatos exclusivos... Un parto bien aprovechado. Yo, por mi parte, para equilibrar el Universo, estoy en el otro extremo de la campana de Gauss. Lo único que se me da bien es ser funcionario por las mañanas. 




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