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De Carros de fuego sólo nos
han quedado los minutos bellísimos del inicio, con los atletas corriendo por la
playa mientras suenan las notas melancólicas de Vangelis. Mira que dieron el
coñazo en los Juegos Olímpicos de Londres, con la música de marras, pero ni aún
así consiguieron que la odiáramos. Hay algo muy poético en ese pelotón que corre a cámara lenta mientras la banda sonora parece llevarlos en volandas,
como acariciados por el viento, como bendecidos por los dioses. Una nostalgia
de la juventud perdida, de los amigos fallecidos, de los tiempos gloriosos en
los que el deporte no estaba corrompido por el dinero, y sólo se corría por el
orgullo de pertenecer a Dios y al Reino Unido. La última carga de la brigada
atlética en Balaclava.
Dos horas
después, Carros de fuego se cierra
con la misma secuencia de la playa, ahora con el reparto de actores
sobreimpresionado en pantalla. Esta vez, sin embargo, el efecto poético queda
diluido en nuestro largo aburrimiento. Entre playa y playa nos han contado la
historia de Eric Liddell y Harold Abrahams, los corredores que
triunfaron en los Juegos Olímpicos de Paris. La historia daba para hacer un
fresco histórico, un retrato de los distinguidos
caballeros que inventaron los deportes que ahora consuelan nuestros domingos. Pero Carros de fuego, para nuestro disgusto,
se nos ha quedado en una americanada de hombres que se hacen a sí mismos y superan
todas las adversidades e incomprensiones de los malvados y bla bla bla... Una britanada, mejor dicho, pues es la Union Jack
la que palpita en los pechos.
En
Carros de fuego no hay comunistas, ni
musulmanes, ni coreanos de Kim Jong-il que metan drogas en los botellines o paguen prostitutas para despistar a los atletas.
Pero sí hay franceses, ojo, que para los ingleses son como la
bicha, tipos retorcidos y tontainas parecidos a Pierre Nodoyuna que hacen
zancadillas en las carreras y no conocen el honor deportivo de los isleños. Los
carros de fuego yo no los he visto por ningún lado, pero los autos locos casi
se dejaban ver por las carreteras.