Deseando amar


🌟🌟🌟🌟


Deseando amar… Yo pensaba, en la simplicidad de mis filosofías, que todos éramos un poco como estos hongkoneses de la película, incapaces de soportar por mucho tiempo el vacío de una cama. Yo pensaba, hasta hace poco, que quien vivía en soledad, sin pareja, era porque no tenía otro remedio y vivía el paréntesis forzoso entre quien estuvo y quien estará. Que sólo los monjes y las monjas -y ni siquiera ellos, porque el acicate del deseo es universal- vivían voluntariamente en la renuncia y el retiro. Pero ahora, a los 47 años, estoy descubriendo que muchos de mis coetáneos han decidido entregarse a la soledad como quien se retira a la isla desierta del cocotero, a ver los barcos pasar, sin interés ya en subirse a ninguno. Que piensan, como la presidenta de Tourvel en Las amistades peligrosas, que:

    “Cree vmd., o finge creer, que el amor conduce a la felicidad verdadera; y yo estoy tan persuadida de que causaría mi desdicha, que no quisiera oír ni siquiera su nombre”.



    En las páginas donde se busca pareja los hombres triplicamos en número a las mujeres. De adolescentes educamos muy mal a nuestro deseo, dándole rienda suelta cada vez que protestaba, y así, como quien malcría a los hijos, nos ha salido una apetencia que ahora nos tiraniza y nos tiene todo el día al acecho, a la mirada, a la ensoñación… Las mujeres que conozco en estas páginas también buscan el amor, pero con más reservas, o con más exigencias, y son muchas las que comentan, incluso, cuando surge la confianza de una  larga conversación, que en realidad ellas no necesitan a nadie, que están al juego, al Príncipe Azul, a la crónica en rosa, y que viven tan satisfechas y felices como la presidenta de Tourvel, tumbadas en su playa solitaria y dejándose acariciar los pies por las olas que llegan sin fuerza. Yo las entiendo, pero no del todo. Sí con mi razón, pero no con mis tripas. Ahora que sólo pongo un plato en la mesa siento que algo muy primario, muy visceral, no marcha bien en mi vida. Cuando ponía dos sentía... la quietud. Tan parecida a la felicidad.