El hijo del siglo

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Le he puesto cinco estrellas pero reconozco que el primer episodio me descolocó. Esperaba una recreación que siguiera al pie de la letra lo escrito por Antonio Scurati y encontré una narración distorsionada en la que Mussolini rompe continuamente la cuarta pared para confesarnos sus pensamientos inconfesables: su inteligencia rastrera y su olfato político al servicio de la barbarie. 

Si Milán, en la serie, parece el Gotham City de Batman, Mussolini es el Pingüino que trata de reinar en los bajos fondos de los mafiosos. Es una pena ya irremediable que los socialistas italianos no pudieran recurrir a Batman cada vez que los fascistas los apaleaban o los apuñalaban... La historia de la humanidad hubiera seguido quizá otros derroteros. Me temo, sin embargo, que Bruce Wayne se hubiera aliado en las palizas con las fuerzas del capital. Para ese millonario asqueroso, como para todos los demás, es mejor que impongan su ley los paramilitares ociosos que los rojos que distribuyen.

La banda sonora de “El hijo del siglo” es del siglo XXI, machacona y estroboscópica, pero los planos, retorcidos y esquinados, parecen sacados del viejo expresionismo alemán. Es una mezcla extraña entre lo viejo y lo nuevo. Pasado y presente conviven en el mismo plano como si no hubiera un siglo que los separase. Y ese es el gran logro de la serie. Por eso es imprescindible y turbadora. “El hijo del siglo” cuenta cosas de hace cien años que están volviendo a suceder. Punto por punto. Mussolini dejó un reguero de migas de pan que nadie se ha comido todavía. Los pájaros no se atreven y los barrenderos pasan del asunto. Los paramilitares de ahora, por muy lerdos que parezcan, no tienen más que seguir el caminito para imponer la ley del estacazo.

Tuve que llegar al segundo episodio para comprender que “El hijo del siglo” es una serie de terror. De ahí su tenebrismo y su predilección por la noche. Su narración excéntrica y deformada.  De ahí el revoltijo molesto de mis tripas. El fascismo es una de esas pesadillas que siguen ahí cada vez que te despiertas.




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