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Si me hubieran preguntado ayer mismo por el momento más erótico del cine de los años 90, hubiera respondido sin dudar que el descruce de piernas de Sharon Stone en “Instinto básico”. Otros, los más raritos, habrían mencionado, yo qué sé, una escena tórrida en una película perdida de Abbas Kiarostami, pero en provincias, donde el mainstream forma parte de nuestra cultura ancestral, el potorro jamás visto de Sharon Stone -porque nunca se vio en realidad y se jodieron muchos VHS tratando de capturarlo- ocupa el número 1 en el hit parade de nuestra indecencia.
O mejor dicho, ocupaba, porque hoy, viendo “Batman vuelve”, he recobrado el beso húmedo de Catwoman sobre el Batman derrotado y se ha encendido una bombilla de varios amperios donde hacía muchos días que no se registraba actividad eléctrica por culpa de la caló. Ha sido el primer brote verde del otoño. Michelle Pfeiffer enfundada en cuero negro ha fundido varios plomos de mi memoria desmemoriada. La recordaba, claro que sí, pero no así, y no para tanto.
Su felino personaje es lo más rescatable de una película que tiene pocas cosas que rescatar. ¿He dicho película? Más bien una astracanada tan alejada de los cómics que parece la adaptación grotesca de un cuento para niños. Batman ya no tiene ni la media hostia de la película original y Christopher Walken -que es un santo muy adorado por estas tierras- va haciendo un ridículo espantoso que luego le fue perdonado por nuestro Señor misericordioso.
El único personaje que iguala las prestaciones de Catwoman es el Pingüino. Hace poco vi la serie de Netflix y se me fue el gas de la risa cuando descubrí que era una parodia de nuestro Jesús Gil perdido por Gotham City. Pero este Pingüino al que da vida y mala baba Danny DeVito es otra cosa: es un personaje nauseabundo y entrañable. Un peluchín asqueroso. Un psicópata benefactor que tiene como objetivo político revertir el cambio climático para que empiece una gran glaciación como aquella de nuestra infancia. Es un cabronazo, sí, pero yo le votaría. “¡El hielo es la civilización!”, gritaba Harrison Ford en “La costa de los mosquitos”.
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