Mostrando entradas con la etiqueta Jordi Évole. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jordi Évole. Mostrar todas las entradas

No me llame Ternera

🌟🌟🌟🌟


A lo que más se parece “No me llame Ternera” no es a una entrevista de “Salvados”, sino a cualquier episodio de la serie “Mindhunter”, aquella en la que un par de agentes del FBI entrevistaban a asesinos en serie para saciar su curiosidad y comprender, en aras del interés científico, qué les pasaba por la cabeza en el momento de matar. “No me llame Ternera” lo dirige el propio Jordi Évole, pero podría haberlo dirigido David Fincher de vacaciones en París.

De todos modos, aquellos tipejos de “Mindhunter” eran mucho más abiertos y lenguaraces que Josu Urrutikoetxea, que si no es un asesino en serie, sí participó, al menos, en una serie de asesinatos. Al ex etarra también se le nota que no se maneja bien en castellano, y que está traduciendo todo el rato de su euskera maternal. Pero eso sólo es el 10 por ciento de su circunloquio: el resto es un ejercicio de neolengua que dejaría maravillado al mismísimo George Orwell. No sé si Josu Urrutikoetxea ha leído “1984”, pero desde luego se sabe el fundamento. El lenguaje sirve para comunicar, pero también para mentir, y a medio camino entre la verdad y la mentira está el eufemismo, que convierte los atentados en “acciones”, y los asesinados en “víctimas con resultados irreversibles”. Sería la monda si no fuera para llorar.

Lo escribía Rafael Reig en “Amor intempestivo”:

“... pero no me sentía culpable, lo que prueba, una vez más, que la inteligencia no sirve para tomar mejores decisiones, pero sí para encontrar justificaciones más convincentes para la decisión que más te convenga tomar”.

Por lo demás, y por mucho que ladren los fascistas, la entrevista de Jordi Évole no supone ningún blanqueamiento del personaje. Jordi le acorrala, le incomoda, le hace caer en contradicciones como a un niño sociópata pillado en falta. Y yo, fíjate, en alguna mirada perdida, en algún gesto nervioso de las manos, noto que al tal Urrutikoetxea le falla un poco ese Yo que intenta justificar toda una vida perdida entre la cárcel y la clandestinidad. Porque reconocer que tu vida ha sido un desperdicio es casi tanto como empezar a suicidarse. Y a eso, de momento, Josu Ternera responde que los cojonoak.









Leer más...

Eso que tú me das

🌟🌟🌟


Hace nueve años me encontré con Pau Donés en el aeropuerto de Barcelona. Yo venía de León, con mi hijo, camino de Mallorca, y en la zona de tránsito nos topamos con el Pau cargado con una guitarra. Al principio dudé, claro, porque un famoso, cuando sale del televisor, siempre nos parece un holograma, un espejismo del desierto; pero una vez despejada la incredulidad me volví hacia mi hijo y le dije: “¡Mira, el de Jarabe de Palo...!”, pero a Retoño, en aquella época, si no eran futbolistas, o Pokémons, todo lo demás se la traía al pairo, y se encogió de hombros sin preguntar.

Recuerdo que sentí una punzada de envidia al cruzarme con el Pau, que era un tío guapo, barbado, de caminar decidido... Un triunfador de la vida que volaba de concierto en concierto, de país en país, y seguramente, también, de fiesta en fiesta, de mujer en mujer, en la vida soñada de los artistas. Yo entonces llevaba una vida perra, amargada, de certificación del fracaso. Ahora, al menos me río, y comprendo los mecanismos que me mueven, y que mueven a los demás, pero entonces, en el verano del 2012 -que fue aquel año que los mayas señalaron como el último de todos- yo me crucé con Pau Donés y en una punzada de rabia cochina me dije: “Daría un huevo por ser como él...”

Ayer, mientras veía su entrevista con Jordi Évole -porque Eso que tú me das es una entrevista, no un documental- me acordé de aquel encuentro fugaz en el Prat, y me dio por pensar que ahora sería Pau quien se cambiaría por mí sin dudarlo, aunque yo tenga tan poco que dar, y tan poco de lo que presumir: una vida anónima, corriente, de vivirla y luego olvidarla, en el Noroeste peninsular. Pero tengo, de momento, la salud, y la salud es el bien más preciado de todos, aunque en el día a día sin hospitales lo demos por descontado, y nos envenenemos la sangre con esto y con aquello. Con salud siempre hay una esperanza de cambio, y un día de mañana. Puede que todo sea una mierda, pero estar vivo te permite respirarla. El documento de Jordi Évole y Pau Donés ha servido, al menos, para recordarlo.




Leer más...