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Maniac

🌟🌟

Mientras veo los capítulos pares de la serie, me da por pensar que Maniac es una obra maestra inaccesible para las mentes menguadas, de kit básico como la mía, pero luego, en los impares, ya tengo la certeza de que Maniac es una tomadura de pelo que Netflix nos ha encalomado porque sale Emma Stone muy guapa y muy rubia. No hay término medio.

    Sea como sea, he llegado a los últimos capítulos de Maniac desfondado, con dolor de cabeza, sin entender casi nada de lo que me plantean. Casi enfadado conmigo mismo, la verdad, porque el olfato de perro viejo ya me advertía que aquí había gato encerrado, pajote mental, pelusilla en el ombligo de sus creadores. Pero Emma Stone, en efecto, reluce hermosa en el primer episodio, y con ese reclamo tan básico, tan simiesco, unido a mi orgullo de querer entender lo que me sobrepasa, o lo que solo es una broma sin sentido, me he ido enganchando como un panoli hasta llegar casi a la meta. 

    Y digo casi porque ni siquiera he visto terminar la serie:  he echado un ojo a los últimos minutos sólo por curiosidad malsana, por saber si al final todo era una fantasía del esquizo, o una pesadilla de la psico, o el último ronquido de Antonio Resines en el desenlace de Los Serrano. A ver si al final, por un casual, como remate humillante pero histórico, salían el tal Fukunaga y el tal Somerville de los cojones riéndose a mandíbula batiente del espectador, en un vídeo de factura casera, con gorritas de béisbol y tal, gracias por haber llegado hasta aquí, gilipollas, hemos ganado una apuesta gracias a ti y bla, bla, bla...

    También era posible que esto terminase en una mesa redonda de eminentes psiquiatras que nos desvelaran los simbolismos vistos en pantalla, con Emma Stone explicando su personaje, Jonah Hill mirándola arrobado, y gente entre el público con un micrófono que preguntase por las entretelas de las conexiones sinápticas en la fase beta del sueño y su correlación sinérgica con el diagnóstico diferencial de la esquizofrenia. Pero no. Nada de eso. Al final ha habido un The End muy convencional que sólo habrán entendido los enterados. Los que se tomaron muy en serio esta propuesta para nada convencional. Yo he fracasado en el intento. Que se joda el espectador medio, que dijo una vez David Simon. Y yo soy espectador medio, a mi pesar...



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