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Red Rocket

🌟🌟🌟


Todos nos asomamos de vez en cuando a la pornografía. Los hombres, digo. Las mujeres ya no sé porque jamás he hecho una encuesta a mi alrededor.

Ven porno incluso los curas y las monjas del Vaticano, que el otro día recibieron la reprimenda de su jefe. ¿Cascársela delante de una tablet rompe el voto de castidad? Pues según el papa Francisco- a falta del magisterio de los Padres de la Iglesia, que crecieron en los desiertos sin internet- sí. O a medias. Tampoco ha quedado muy claro. El Papa ha dicho que el porno es un “vicio” como otro cualquiera, pero ha esquivado aquello del “pecado mortal” que nos explicaban en los Maristas.

Yo soy de los que piensa que ver pornografía es bueno para la salud. La mental y la otra. Dice mucho de los entusiasmos preservados, y de la alegría de vivir. Hablo de la pornografía “decente”, claro: la que sigue las reglas morales que rigen a este lado de la pantalla. La otra, o es delictiva, o enturbia las mentes de los perturbados. No hace mucho amenazaron desde el gobierno con prohibir la pornografía y a los usuarios casi nos da un ataque de pánico, mezclado con el ataque de risa. Hay gente que todavía no ha entendido nada sobre la naturaleza humana y la herencia del bonobo. Al final va a resultar que había más monjas en la izquierda, y que la hoz y el martillo, entrecruzadas, proscribían más que los brazos de la cruz.

Ahondando más en el tema -y perdón por la metáfora infantil- solo he conocido a un hombre que no fantaseara con haber sido actor porno alguna vez. ¡Pegarte el lote como oficio remunerado! Por lo menos en la juventud, cuando los compromisos no eran tales y los cuerpos daban bien ante la cámara. Este amigo del que hablo es como aquel personaje de “El turista accidental” que decía que con el calor el sexo se vuelve pringoso; y que cuando hace frío, es muy incómodo quitarse la ropa. Hay gente así, sí. Los demás -añadiendo un oficio más a la canción de Sabina- sí hemos fantaseado con ser pornostars en Los Ángeles y luego, con la pitopausia, dedicarnos a la búsqueda de talento. Como hacía Esperanza Aguirre con los cuervos de la economía.



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