No sos vos, soy yo

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Existen tantos duelos de amor como amantes devueltos a la soledad. Aunque los consultorios de las revistas se atreven a dar plazos “científicos” sobre cuánto dura la pena y la reconstrucción, no hay una respuesta universal que sirva para emprender esa travesía del desierto. No hay Guía del Trotamundos que marque los senderos y los restaurantes. En el desamor, como antes en el amor, cada uno es cada cual y baja las escaleras como puede. Hay gente que se queda colgada del amor roto y ya no vuelve a levantar cabeza jamás, como aquellas damas de las novelas decimonónicas que se dejaban puesto el traje de novia tras ser abandonadas en el altar y morían con el puesto, ahorrándose la mortaja. Y gente, también, en el otro extremo de la campana de Gauss, que se recompone poco tiempo después con una fuerza de voluntad hercúlea, que se mira al espejo en la primera mañana luminosa tras la borrasca y se dicen: “Chaval, o chavala, tú lo vales, y que le den mucho por el culo...”

    De todo hay, en la viña del Señor, cuando se trata de sobrevivir a un amor que se truncó. Un amor como éste, por ejemplo, el de No sos vos, soy yo, que parecía idílico, promisorio, el de la pareja de bonaerenses que van a empezar una nueva vida en Estados Unidos, lejos del corralito y de la corrupción, hasta que ella, María, que había ido a Miami a buscar piso mientras Javier se quedaba ultimando los flecos laborales, queda deslumbrada por las palmeras de Miami, por el ritmo sandunguero del jazz latino que sale de los chiringuitos, y decide que ella, con su juventud, con su belleza, con esos ojazos tan parecidos a los de Soledad Villamil, ya no necesita al Woody Allen de la pampa, tan simpático como verborreico, para empezar una nueva vida y aspirar a la felicidad de las playas y los dólares. 

    "No sos vos, soy yo", le dice ella en su llamada de despedida. Y Javier, que se queda con las maletas en tierra, en la autopista que ya lo llevaba al aeropuerto, empieza la road movie interior de sus miserias. El dolor insufrible como punto de partida, y la llegada de una nueva mujer como punto de llegada...