Marisol, llámame Pepa

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De chaval yo veía las películas de Marisol que daban por la tele y me parecía inconcebible que esa niña fuera la misma mujer que en las revistas de la peluquería lucía una belleza turbadora y levantaba el puño para solidarizarse con los obreros. Yo... la amaba. Al principio con ternura y luego ya con una lascivia incontenible. 

Marisol era una mujer singular, una belleza escandinava que ejercía de comunista malagueña. Y además, cuando hablaba, temblaba el misterio. Marisol era la mujer perfecta. La cuadratura del círculo. Viendo el documental pienso que hubiera sido la madre ideal para mis hijos si los calendarios hubiesen colaborado un poquitín. Y mi fenotipo, claro.

Así fue, en efecto, la belleza de Marisol cuando salió del capullo y cambió los capullos franquistas por los capullos democráticos: una verdad fenotípica que no admite discusión. Hasta mi amigo -ese desnortado con más dioptrías que Mr. Magoo- está de acuerdo conmigo. Quede como testimonio la famosa portada de Marisol en la revista Interviú, que hoy en día se vende a 100 euros por internet y que en el documental se nos hurta por aquello de la lucha feminista y de que todos los hombres somos unos cerdos deleznables. Ay.

Del último amor de su vida no se dice nada en el documental, pero del resto de hombres sí se habla largo y tendido. Y no hay quien se salve. Por eso decía yo lo de los capullos... Incluso con Antonio Gades la cosa terminó como el rosario de la Aurora. Los fuckers comunistas, como los otros, nunca paran de nadar. Son tiburones sexuales que no pueden detenerse. Y es una pena, porque Antonio y Marisol hacían la pareja perfecta: un íbero de raza y una princesa de Estocolmo. Sigrid y el Capitán Trueno. 

Yo les recuerdo con cariño porque fueron los iconos del comunismo español una vez que Víctor Manuel y Ana Belén replegaron velas y se fueron a navegar por aguas más calmadas. En mi casa, al menos, Antonio y Marisol eran aplaudidos en cada comparecencia provocadora por la tele. ¡Abajo el capital! De ahí -y no de aquellas películas ridículas con valores casposos- me viene la nostalgia de unos tiempos que casi no viví.





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