Mostrando entradas con la etiqueta Juan Pablo Rebella. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Juan Pablo Rebella. Mostrar todas las entradas

25 Watts/El viaje hacia el mar

🌟🌟


Aunque T. es de allá, y lleva lo de allá metido en el alma, no le duele afirmar que el cine uruguayo no merece el esfuerzo de una sentada en el sofá. “Ni medio minuto le dedico yo, vamos”, dice siempre con un gesto de desdén.

Hasta ayer, cuando ella entraba en ese discurso antipatriótico, yo le decía que tampoco sería para tanto, y que algo habría que rescatar tras siglo y cuarto de directores uruguayos dándole a la manivela, aunque solo sea por proximidad con sus vecinos argentinos. Y para adornarme con un ejemplo, y quedar como un hombre de mundo, siempre le traía a colación la tan afamada “Whisky”, que es la única película uruguaya conocida entre la cinefilia provinciana, y que no está tan mal dentro de su modestia parsimoniosa.

Pero T. me respondía que si “Whisky” era lo mejor que había parido su país, cómo sería todo lo demás, y que ya me daría cuenta si algún día si me adentraba en esas aguas turbulentas. Así que el otro día, azuzado en el orgullo, me dio por buscar en internet las películas más afamadas a ese lado del Mar del Plata. Encontré dos -aparte de “Whisky”- que la crítica ponderaba sobre todas las demás: “25 Watts” y “El viaje hacia el mar”. Las descargué, las guardé en el disco duro como un tesoro y ayer, reunido por fin con T., le propuse una ordalía de cinéfilos tumbados en el sofá. El mismísimo Dios iba a juzgar quién llevaba razón: si ella, en su convicción, o yo, en mi contumacia.

Y ganó T., claro, que se conoce el percal mejor que yo, y que a medias se indignaba y a medias se descojonaba con ambas películas. “25 watts” nos duró diez minutos en la pantalla. No entendíamos nada. Ni lo que hacían esos tres mendrugos ni lo que mascullaban entre dientes. Un desastre. “El viaje hacia el mar” batió la plusmarca anterior y nos duró veinte minutos más de  impaciencia. Unos hombres incomprensibles, cada uno con su neura y con su hablar también dificultoso, se suben a un camión para conocer el mar a una edad ya más que avanzada. No les vimos llegar. Nos apenamos en un recodo del camino aprovechando que uno de ellos, aquejado de la próstata, tuvo que solicitar una parada para mear.




Leer más...

Whisky

🌟🌟🌟🌟

Si no fuera por sus futbolistas, y por los escritos de Benedetti y Galeano-y últimamente, también, por la figura del presidente Mújica, que es un hombre más salado que las pesetas- Uruguay sería otro país ignoto del que sólo nos llegan noticias cuando hay elecciones generales o cuando se raja la tierra en algún terremoto. Tan grave es el desconocimiento que tenemos sobre los charrúas, que ni siquiera decimos guay del Uruguay, sino guay del Paraguay, que es otro país de fantasía que únicamente conocemos gracias a los mundiales de fútbol. Y al chiste de Tip y Coll, áquel del soy paraguayo y vengo a pedirle la mano de su hija para hacerla feliz...
- ¿Para qué..?
- Paraguayo.

    Que yo recuerde, en mi larga y cansina cinefilia -que es otro modo de conocer mundo y de acercarse a las gentes- mi holograma sólo había estado tres veces en Uruguay: en Estado de sitio, la película de Costa-Gavras sobre la dictadura militar; en El lado oscuro del corazón, cuando el argentino Oliverio se plantaba en Montevideo para enamorarse de Ana, la bella prostituta; y en Whisky, que es la película que hoy he revisitado porque he visto su DVD en la reordenación de mi videoteca y me ha picado la curiosidad, y la mala hostia de quien conserva una película y apenas recuerda nada del argumento. 

     Hace diez años, en mi última visita al Uruguay, uno todavía recordaba por qué hacía las cosas y por qué grababa con mimo las películas del Canal +. Pero ahora, que ya casi tengo la edad de estos desgraciados de Whisky, de estos solitarios de la vida cumplida y los sueños enterrados, la memoria se me ha vuelto selectiva, adaptativa, concentrada en el núcleo esencial de muy pocas cosas. Todo lo demás se difumina por los márgenes, como cayendo en cascada hacia el abismo de un desagüe.

    En Whisky he aprendido que en Uruguay, cuando tienes que posar para una fotografía, no se dice patata, sino whisky. Que existe una ciudad turística llamada Piriápolis donde los montevideanos se dan un respiro en su lucha por la vida. Que algunos no sueltan el cacito del mate ni aunque los revientes a patadas. Que sobrepasados los cincuenta años, allí, en el hemisferio sur, como sucede aquí, en el hemisferio norte, la cosa del amor y de los sentimientos ya está muy jodida, casi sentenciada. Que hay muchas heridas, y muchos miedos, y muy pocas energías para pelear. Que ha llegado el tiempo de las sopitas y del buen vino. De contentarse con el mal menor de la soledad antes que emprender la aventura, muy poco halagüeña, del penúltimo amor.




Leer más...