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Tigre blanco

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El último país de la Tierra que pisaré cuando sea millonario y me lance a viajar ya sin ataduras ni servidumbres será, casi con toda seguridad, la India. O la India o Bangladesh, no sé.  O quizá Sierra Leona... Da igual. Tengo tiempo para pensarlo.

En Facebook, sin embargo, para mi estupor, no es infrecuente encontrar fotos de usuarios que han viajado a la India con dos cojones, ellas disfrazadas con el sari y ellos con el dhoti, rodeados de niños pobretones pero sonrientes. O con el Taj Mahal de fondo, tan socorrido. Son fotos unipersonales, sin pareja que abrace o bese en la mejilla, de lo que deduzco que son viajes espirituales, de sublimación de los instintos. Divorciadas que quieren encontrar el camino y divorciados que se han dejado liar por las mandangas de la New Age. Después de quince días vuelven a casa, al mundo occidental, con un elefante de madera o un Buda de Lladró en la maleta, y tardan dos cafés con leche en comprender que la realidad de la carne es insoslayable, y que el río de su pueblo, aunque lleve menos agua que el Ganges, al menos está más limpio y no transporta cenizas de cadáveres. O cadáveres enteros, que se cayeron al río en un descuido en las exequias.

En mi imaginario, la India es un país de calor insufrible, mendigos por doquier, lisiados de toda condición, mosquitos y mugre, ricachones asquerosos y pobres encantados de ser pobres. Y monjas de Calcuta que te niegan la morfina para que el dolor te acerque más a Jesús. El asco definitivo. El infierno en la Tierra, quizá. Selvas peligrosas, urbes inhumanas, conductores desquiciados... El caos. Nadie que no haya perdido el seso leyendo los libros de caballería de Paulo Coelho se perdería en semejante pandemónium. La India es para los incautos, y para los indios, que ya están muy acostumbrados. ¿Todos? No. Balram, el protagonista de la película, es el tigre blanco que aparece una vez cada generación. Un renegado del sistema. Un inconformista. Un bolchevique del subcontinente que se ha dejado la coleta de Pablo Iglesias para luchar contra la casta. El primer miembro del círculo de Podemos en Bangalore. Yo estoy con Balram, desde luego, al menos en los fines. Pero desde mi sofá occidental, sin calorones ni mosquitos.






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