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A different man

🌟🌟🌟


A Renate Reinsve la conocimos en provincias cuando pasaron por Movistar “La peor persona del mundo”, aquella película noruega que presumía de varios premios y alabanzas en su cartel promocional. 

Se suponía que Renate interpretaba a una persona ruin y despreciable, pero luego, al final, la cosa no era para tanto: su personaje solo era una mujer frívola, algo perdida e inmadura: la hija irremediable de estos tiempos modernos donde el amor ya no soporta la menor de las contrariedades. Yo esperaba, no sé, una asesina profesional, o una cabeza coronada, o una presidenta de comunidad autónoma que anima a sus votantes a beber cervezas sin parar. 

Recuerdo que quedé completamente prendado de esta actriz que vino del frío y de los fiordos. Son cosas que todavía nos pasan a los hombres sin reciclar. Lo digo porque a enamorarse platónicamente de una actriz -un acto reflejo tan inocente y tan viejo como el propio cine- ahora, las feministas, en su Diccionario de Neolengua, lo llaman “cosificar”. Pero se pongan como se pongan, los amores como éste mío por Renate no son más que bobadas ideales, inocuas, de tertulia de cinéfilos. Ensoñaciones diurnas mientras uno nada en la piscina o friega los platos en la cocina. Una sublimación pixelada de los instintos. 

De hecho, si Renate Reinsve fuera mi vecina, yo jamás soñaría con que ella me concediera sus favores. En mi caso por viejo, y por feo, y por pobre, y en el caso del prota de la película por tener el rostro devastado por la misma neurofibromatosis que padecía el hombre elefante. 

Las mujeres como Renate, en el mundo real -porque es ley de vida y axioma de la selección natural- siempre salen con hombres muy guapos o forrados de dinero. Es por eso que “A different man” yo la colocaría en el género de la ciencia-ficción más desopilante. Su trama transcurre en un universo paralelo donde las noruegas implacables salen con pescaderos poetas o con funcionarios del grupo B. O con pobres desgraciados que sin un duro en el bolsillo tratan de disimular la monstruosidad de su rostro con la simpatía de su carácter. 




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La peor persona del mundo

🌟🌟🌟🌟


Julie no es la peor persona del mundo. Lo que pasa es que nos ponen ese título para que piquemos. Para retenernos en el sofá con una dosis de misterio.

“¿Quién será esa persona tan malvada y qué atrocidades estará cometiendo?”, nos preguntamos. Y nos decimos que no puede ser esa noruega tan guapa que corre por la calle en el cartel promocional. Las noruegas hermosas, como aquella modelo que pudo haber sido la reina de España, son las criaturas preferidas del Señor, y es imposible que en sus almas como la nieve anide la maldad. Y al final, en efecto, no anida. La peor persona del mundo ahora lanza misiles sobre Ucrania, o clama por el regreso a la Edad Media en el Congreso de los Diputados. La peor persona del mundo también la conozco yo, pero solo hablaré de ella en mi próxima autobiografía.

Pero es que Julie ni siquiera es mala. Es... Julie. Y Julie es como todos. Busca su sitio, como Raquel buscaba su sitio. A punto de cumplir los 30 años, Julie busca el hombre ideal, el trabajo adecuado, la maternidad asumible... Julie parece un poco inmadura, un poco perdida, pero yo creo que en realidad nos supera a todos en madurez. Ya que no es la peor persona del mundo, vamos a proponerla como la mujer más madura de Oslo. Y quizá la más guapa, en el otro concurso paralelo.

A nuestras madres Julie puede parecerles una vaca sin cencerro. Una mujer algo buscona y pelandusca. Una estudiante sin recorrido, y una fiestera de la noche eterna del invierno. Pero Julie, simplemente... no se ata. No se conforma. Siempre piensa que hay algo mejor o alguien mejor a la vuelta de la esquina. Ella también lo vale, claro, y lo sabe de sobra, y juega con esa ventaja.

Julie es una mujer escandinava del siglo XXI, y eso es como ir al frente en la evolución de las costumbres. Las mujeres del norte son las zapadoras que van por delante de nuestros ejército, construyendo puentes y desbrozando caminos. Quitando minas. Tapando bocas.



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