La peor persona del mundo

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Julie no es la peor persona del mundo. Lo que pasa es que nos ponen ese título para que piquemos. Para retenernos en el sofá con una dosis de misterio.

“¿Quién será esa persona tan malvada y qué atrocidades estará cometiendo?”, nos preguntamos. Y nos decimos que no puede ser esa noruega tan guapa que corre por la calle en el cartel promocional. Las noruegas hermosas, como aquella modelo que pudo haber sido la reina de España, son las criaturas preferidas del Señor, y es imposible que en sus almas como la nieve anide la maldad. Y al final, en efecto, no anida. La peor persona del mundo ahora lanza misiles sobre Ucrania, o clama por el regreso a la Edad Media en el Congreso de los Diputados. La peor persona del mundo también la conozco yo, pero solo hablaré de ella en mi próxima autobiografía.

Pero es que Julie ni siquiera es mala. Es... Julie. Y Julie es como todos. Busca su sitio, como Raquel buscaba su sitio. A punto de cumplir los 30 años, Julie busca el hombre ideal, el trabajo adecuado, la maternidad asumible... Julie parece un poco inmadura, un poco perdida, pero yo creo que en realidad nos supera a todos en madurez. Ya que no es la peor persona del mundo, vamos a proponerla como la mujer más madura de Oslo. Y quizá la más guapa, en el otro concurso paralelo.

A nuestras madres Julie puede parecerles una vaca sin cencerro. Una mujer algo buscona y pelandusca. Una estudiante sin recorrido, y una fiestera de la noche eterna del invierno. Pero Julie, simplemente... no se ata. No se conforma. Siempre piensa que hay algo mejor o alguien mejor a la vuelta de la esquina. Ella también lo vale, claro, y lo sabe de sobra, y juega con esa ventaja.

Julie es una mujer escandinava del siglo XXI, y eso es como ir al frente en la evolución de las costumbres. Las mujeres del norte son las zapadoras que van por delante de nuestros ejército, construyendo puentes y desbrozando caminos. Quitando minas. Tapando bocas.