Mostrando entradas con la etiqueta Sarah Paulson. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sarah Paulson. Mostrar todas las entradas

Doce años de esclavitud

🌟🌟🌟🌟

Poco después de haber visto Doce años de esclavitud, en una de esas casualidades que a veces unen la vida real con la vida en las películas, los jugadores de la NBA, al otro lado del charco, han decidido plantarse y no jugar los partidos del día, a modo de protesta, de ya estamos hasta los cojones, porque la policía ha vuelto a abatir a un ciudadano negro por un quítame allá esas pajas. O directamente por nada, porque sí, porque los maderos andarían de mal jerol y a algo tenían que dispararle, como el señorito Iván en Los Santos Inocentes, a la Milana Bonita.




    Han pasado casi doscientos años desde que Solomon Northup fuera secuestrado y convertido en esclavo de las plantaciones, y el racismo en Estados Unidos sigue ahí, imperturbable, consustancial, como una mugre que formara parte del mito fundacional. Ni Lincoln, ni Rosa Parks, ni Martin Luther King… Ni los jugadores de la NBA, me temo. Abraham Lincoln… El muy listo abolió la esclavitud sólo para dar paso a la explotación laboral, que convenía más a los industriales del Norte, y tras la Guerra de Secesión, los negros regresaron al tajo con el único beneficio de que ahora ya no les podían azotar -al menos en público- si no se entregaban como bestias a su trabajo. Antes no les pagaban nada, y les proporcionaban una comida de mierda, y después empezaron a pagarles una mierda para que pudieran comprarse la misma comida de antes. Un cambiazo de Mortadelo, una engañifa, un truco de trileros para que Abraham Lincoln pasara a la historia como un prócer de la Patria.

    Pablo Ibarburu, el humorista, dice que una película, para que mole, debe tener un protagonista que supere un conflicto, y que aceptado esto, los negros de las películas tienen una cosa, que es “problemas”, mientras que los blancos tienen otra, que es “inconvenientes”. Una peli de blancos -decía- es ”Colega, ¿dónde está mi coche?”; una peli de negros es “Doce años de esclavitud”. Pues eso.


Leer más...

Carol


🌟🌟🌟🌟

Hasta 1962, en Estados Unidos, dos personas del mismo sexo que se acostaban juntas estaban infringiendo la ley. Podían desear a quien les diera la gana, por supuesto, porque América era un país libre, lleno de oportunidades, pero si te pillaban convirtiendo la potencia en acto, te enchironaban, o te enviaban a un centro psiquiátrico para reeducarte los circuitos. En 1962, el estado de Illinois salió de la Edad Media por un agujero de la ratonera y se convirtió en el primero en derogar aquello que se llamaban “leyes de Sodomía”, que imagino que también incluían otras prácticas eróticas de la homosexualidad. A partir de ese momento, todos los estados de la Unión fueron reformando sus legislaciones en contra del clamor de los pastores de almas, y de sus combativos feligreses.  La última ficha de dominó cayó en el año 2003.



    Mientras tanto, la Asociación Americana de Psiquiatría, que tenía incluida la homosexualidad dentro de su catálogo de trastornos mentales, salió del medievo tras una sesión de psicoanálisis muy liberadora y abrazó la alegría del Renacimiento en 1973. Mientras los legisladores iban borrando el delito, ellos iban restaurando la dignidad. Aún así, la Organización Mundial de la Salud -que ahora anda tan viva con esto del coronavirus- tardó 17 años como 17 pares de cojonazos en eliminar la homosexualidad de su listado de enfermedades mentales. Antes del 17 de mayo de 1990, dos hombres que se besaran en la calle, o dos mujeres que se acariciaran en la misma cama, eran, para los doctores de la OMS, unos tarados sujetos a terapia y a pastillas muy concretas que se vendían en botica.

    Éste es el mundo no homofóbico, sino homobeligerante, que viven Carol y Therese en la película. No sólo un amor clandestino, sino además un amor de trastornadas. No sé a dónde podrían haber huido para vivir su amor en plenitud, en los años 50, pero a España no, desde luego. Hasta 1978 -fecha en la que ya éramos todos democráticos y juancarlistas- no hubo tiempo para derogar la ley de Peligrosidad Social del franquismo, heredera de aquella otra tan famosa de “los vagos y maleantes”, que salía mucho en las películas, y en los cómics, y en las reprimendas de nuestros abuelos. Y entre los vagos, y los maleantes, y los elementos sociales peligrosos, estaban los homosexuales, y las lesbianas, que cada vez que se besaban o profanaban sus cuerpos hacían llorar al Niño Jesús -nos decían los catequistas, y los curas de las parroquias, que luego, con el correr de los años, ya ves tú…



Leer más...