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Por la noche, para olvidar las penas y diluirme en el no-yo, busco en la bodega del barco bucanero una película que me embote los sentidos. Ni siquiera busco: me tapo los ojos, suelto el dedo índice al azar y me topo con No va más, coqueta película a la que llegué hace meses siguiéndole la pista a Michel Serrault, el viejo y encantador diplomático de Nelly y el señor Arnaud. Me gusta mucho el ciné francés. Básicamente porque en él hablan francés, y ese idioma, a la horas nocturnas en que yo veo las películas, es como música relajante para mis oídos. En francés, todos los hombres parecen cultos y poetas, todas las mujeres seductoras y dispuestas a darte un sí. No hay nadie idiota ni feo en el idioma de Montaigne. Es el idioma del refinamiento, de la excelencia, del amor...
Por la noche, para olvidar las penas y diluirme en el no-yo, busco en la bodega del barco bucanero una película que me embote los sentidos. Ni siquiera busco: me tapo los ojos, suelto el dedo índice al azar y me topo con No va más, coqueta película a la que llegué hace meses siguiéndole la pista a Michel Serrault, el viejo y encantador diplomático de Nelly y el señor Arnaud. Me gusta mucho el ciné francés. Básicamente porque en él hablan francés, y ese idioma, a la horas nocturnas en que yo veo las películas, es como música relajante para mis oídos. En francés, todos los hombres parecen cultos y poetas, todas las mujeres seductoras y dispuestas a darte un sí. No hay nadie idiota ni feo en el idioma de Montaigne. Es el idioma del refinamiento, de la excelencia, del amor...
Luego, claro está, en Francia hay películas buenas y malas, como en todos los sitios. No va más es entretenida y juguetona. Serrault llena la pantalla e Isabelle Huppert vuelve a lucir esa belleza suya tan turbadora y glacial. Tendría que seguirle la pista a este director, Claude Chabrol, del que ya vi en tiempos lejanos La ceremonia, pero resulta muy fatigosa la búsqueda de cualquier cine francés de qualité. En La 2 ya sólo ponen a Punset y a los leones del Serengueti, y cuando se equivocan de botón y ponen una película francesa, la ponen en versión doblada, con esos dobladores que son siempre los peores de su promoción, becarios monocordes y abúlicos que se sacan unas pelillas.Sólo en los canales de pago puedes encontrar cines francés en condiciones, pero casi siempre son estrenos instrascendentes, o el eterno retorno ya cansino a las películas de Godard o de Truffaut.
Al final no queda más remedio que entregarse a la compra, pero uno no es precisamente rico, y no puede dejar los dineros al tuntún en películas de dudoso recorrido emocional. He ahí, entonces, el momento en que la descarga gratuita vuelve a incitarnos como una serpiente enroscada en el Árbol del Conocimiento. Pero no es culpa nuestra: es el sistema que nos viste de piratas con parche en el ojo, y cara de malos...